Capítulo 10

El NiÑo Clonado

 

Reintegrado nuevamente a mi trabajo, mientras manipulaba mis cultivos de células, pensaba con mucha preocupación en el largo camino que aún me faltaba por recorrer para adquirir una parte de la gran cantidad de conocimientos como los vertidos por los sabios en el congreso de España. Frente al microscopio, como siempre me sucede cuando estoy en aislamiento, dejé divagar mi mente hasta llegar a inconformarme con el hecho de que es un desperdicio de tiempo el que necesitamos los humanos para lograr una madurez cerebral, empezando de cero para después declinar y fenecer llevándose consigo toda la erudición, experiencia y dejar inconclusos grandes proyectos.

El hombre, pensé, -cuando menos el hombre de bien- no debería de morir en tan corto lapso.

¿Será por eso que el ser humano desde épocas inmemoriales, ha tratado de vencer a la muerte buscando el elíxir de la vida, y lo sigue buscando hasta que lo consiga?....si no es así, entonces:

¿A que están encaminados los estudios científicos como la telomerasa, los antioxidantes, los anticininógenos, la clonación, la prevención de enfermedades genéticas y de otras no genéticas, los genes ICE, los estudios del Dr. Tomas Peers  en muchos de los genes del cromosoma 4 responsables de la longevidad, etc.?

¡A detener la muerte y el envejecimiento celular y alcanzar la inmortalidad!

Y es que tan sólo pensar en la muerte produce grandes sobresaltos y aflicciones en la inmensa mayoría de los seres humanos; por esta razón recurrimos al artificio de la represión psicológica para no pensar en la muerte, este miedo frente a la muerte, es el motor que nos impulsa hacia el alcance de la inmortalidad desde la época de la alquimia en que se buscaba afanosamente la fuente de la eterna juventud.

¿Y la Cibernética? ¿Acaso no se pretende por esta vía llegar al logro de la inmortalidad? ¿No se habla tanto de la conjunción hombre máquina? ¿Los famosos ciborgs?

Ya está en marcha la fabricación de órganos artificiales sustitutos de plástico, electrónicos, de corazón, hígado, bazo, -que incluso llegarán a ser mejores que el órgano original- al menos mientras aprendemos a reparar o a regenerar partes lesionadas o amputadas como lo hace el cangrejo o el lagarto.

Muchos humanos están ya equipados con válvulas cardiacas artificiales de dacrón, aparatos acústicos insertados, riñones artificiales, arterias de plástico, articulaciones de acero inoxidable, el marcapasos diminuto aparato que envía pulsaciones eléctricas para activar el corazón.

Ya están en experimentación pequeños sensores del tamaño de una tableta para regular la presión sanguínea, pulso, respiración y otras funciones, y también diminutos transmisores que emitirán una señal cuando algo no funcione a un centro de computadoras de diagnóstico; se está ensayando el estimulador metálico que se implantará en la columna vertebral el cual al activarlo eliminará el dolor a través del sistema nervioso, una especie de analgésico electrónico.

No ha mucho tiempo científicos rusos y norteamericanos lograron la colocación o implantación de detectores que recogen señales de las extremidades nerviosas en el muñón de un miembro amputado. Estas señales fueron ampliadas y utilizadas para activar los motores de un brazo artificial, con lo cual se realizó una máquina directa sensible y obediente al sistema nervioso del humano. Una verdadera simbiosis hombre-máquina.

¿Y todo esto con que fin? Con el fin de evitar la posibilidad de traficar con cuerpos o cadáveres con el objeto de evitar el comercio perverso de órganos para transplante y con el fin de prolongar la vida hasta llegar a la inmortalidad.

Llegará el momento en que una persona pueda llegar a ser más máquina que material humano un auténtico ciborg y cuando el cerebro envejezca podrá ser reemplazado por otro con la información de su propia memoria. 

El cerebro humano, esa computadora milenaria, encierra todo un universo de complejidad capaz de realizar un número súper astronómico de operaciones mediante sus conexiones neuronales o sinapsis, equivalentes a un diez seguido de tres mil ceros; es todo un reto para los ingenieros cibernéticos e informáticos que están logrando poco a poco emular a nuestro órgano pensante.

No han pasado muchos años desde que se empezaron a utilizar las computadoras de bulbos o tubos de vacío, que ocupaban cuartos enteros, después las computadoras de circuitos integrados, hasta llegar a la computadora más potente del mundo como la que opera en un ingenio instalado en Sandía National Laboratory en Estados Unidos llamada AsciRed y la que están construyendo los expertos de IBM, Blue Gene para 2005 que podrá realizar mil billones de operaciones por segundo lo que en informática se llama un petaflop. Pero aunque los procesadores actuales son bastante rápidos, no son más inteligentes que hace 40 años, por esta razón, los cibernéticos están abandonado los chips de silicio y ensayando otras opciones como: ácido ribonucleico (ARN), aire, agua, tejidos sintéticos, fotones o estados cuánticos de la materia.

Los ordenadores a base de ARN están revolucionando la cibertecnología porque pueden desarrollar infinitas cantidades de operaciones en paralelo con un solo chip.

Los chips de aire aprovechan las propiedades químicas distintas del anhídrido carbónico y el nitrógeno para encajar el sistema binario computacional en un complicado proceso que está más allá del entendimiento de nosotros los profanos.

Las computadoras cuánticas ultrarrápidas e inviolables, capaces de acoplar fotones de luz en átomos de rubidio y llevar información a 300,000 Km. por segundo.

Pero lo más fantástico es lo que me he enterado a través de una revista científica, sobre lo que están haciendo Ditto y su equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Georgia y la Universidad Emory, están yendo más allá del silicio y de los chips, están construyendo ¡la primera neurocompuradora con microprocesador de tejido cerebral vivo!

Lo extraordinario del cerebro humano para resolver problemas se basa en la habilidad que tienen las neuronas en almacenar más información por estar en miles de estados diferentes y porque pueden auto organizarse y reagrupar sus conexiones sinápticas para escoger con cuáles otras comunicarse; lo que están haciendo los científicos es adiestrar a las células nerviosas para que aprendan a organizarse. Las neuronas “hablan” un idioma endemoniadamente difícil a base de un sistema de impulsos eléctricos y estas palabras eléctricas las transmiten a través de conexiones sinápticas a una inmensa red que puede tener hasta más de 200,000 canales, cada uno transmitiendo información sobre un aspecto de la vida de la célula.

¿Pero como funcionará esta neurocomputadora? ¡Caray! No me aprendí bien el sistema.

Interrumpiendo mi observación microscópica, busqué en el cajón central de mi escritorio y....aquí está, veamos que dice:

“Los impulsos eléctricos se transmiten a la computadora mediante sensores insertados en la neurona. La pinza dinámica lee el voltaje de la célula nerviosa y lo utiliza junto con una ecuación que calcula la corriente que fluiría a ese voltaje; entonces calcula y genera una respuesta que se envía de regreso a través del sensor. Mediante el control de la fuerza de la pulsación de respuesta, el programa imita el canal de conducción de una neurona, la cual reacciona como si se comunicara con otra. Para dar órdenes la computadora envía una señal eléctrica a la neurona, indicándole qué estado debe adoptar.”

Bueno...le entendamos o no, lo cierto es que los neuro procesadores combinados con los procesadores digitales ultrarrápidos, muy pronto serán una realidad y entonces podremos comunicarnos con las neuronas del cerebro humano en tiempo real, sobre todo con las neuronas en número de diez a la 8 potencia que están involucradas en la memoria o en las operaciones que realizamos para recordar algo.

¡No es fantástico! -pensé emocionado-. Cuando esto se logre -que será en la primera mitad del presente siglo- estaremos pisando los umbrales de la inmortalidad, puesto que podremos grabar y guardar en un disco, tal vez en un disco holográfico, la estructura básica y los estados químicos del cerebro en una neuro súper computadora de un petaflop.

Guardaríamos toda la inteligencia del cerebro de un individuo que podría también vivir para siempre en el ciberespacio o ser trasladada a otro cerebro.

Qué bien cabe aquí el pensamiento plasmado en los textos de los Vedas milenarios que decían:

“Tanto que luchamos por aprender, cuando lo único que tenemos que hacer es recordar”....mmh, la palabra imposible es mejor que la vayamos tomando con la debida reserva.

Otros investigadores siguen un camino más drástico hacia la inmortalidad, emitiendo las más atrevidas propuestas científicas que se prestan para provocar toda clase de críticas, fantasías de horror, de ciencia ficción -de la más especulativa- y una polémica altamente explosiva; me refiero al transplante de una cabeza humana a un cuerpo joven con el propósito de prolongar la vida más allá de los confines nunca imaginados.

El Dr. Robert White quien era Director de neurocirugía en el “Metropolitan General Hospital de Cleveland, transplantó en 1970 la cabeza de un mono a otro el cual sobrevivió ocho días. El mono después de la anestesia recobró la conciencia y todas las funciones nerviosas craneales y su capacidad para comer y seguir personas.

El Dr. White ni se inmutó cuando lo llamaron el nuevo Frankenstein, él contestó que no hay que espantarse puesto que ya existen transplantes de corazón, hígado, riñones, córneas, piel, brazos, manos, etc., ¿por qué el cerebro debería ser una excepción?

Cierto es que el animal transplantado duró un corto lapso, pero hay que considerar que en la actualidad existe un desarrollo de técnicas quirúrgicas mejoradas, experiencia acumulada y cuidados post operatorios de más calidad.

En la época actual ya existen las condiciones para un transplante humano de esa naturaleza, las cuales simplificarían la operación, porque los vasos sanguíneos humanos y otros tejidos, son más grandes y los neurocirujanos tienen más experiencia en personas que en animales; además parece ser que el riesgo de rechazo inmunológico no es obstáculo porque el cerebro posee condiciones privilegiadas.

El obstáculo principal por ahora -aunque no insalvable, pensé-  sería el de la reparación de todas las conexiones nerviosas, por lo que el paciente quedaría paralizado del cuello para abajo pero, en España la Dra. Ramón-Cueto del Instituto de Biomedicina de la ciudad de Valencia, ha conseguido experimentalmente regenerar la médula dañada de nueve ratas de laboratorio restableciendo las órdenes motoras del cerebro con los músculos.

Emplearon células de la glía envolvente del bulbo olfatorio de las ratas y se las transplantaron a la médula lesionada; tras ocho meses se logró la regeneración de nervios periféricos dentro de la médula espinal y los animalitos recobraron su movilidad.

También -recordé- el fisiólogo Xavier Navarro y su equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona, España, han conseguido regenerar algunos milímetros de nervios periféricos en ratas. La técnica diferente a la anterior consiste en cultivar células de Schwann que se localizan en la parte final de los nervios y que producen mielina, se trata de un implante en lugar de un transplante. Las dos exitosas técnicas, son una esperanza para los pacientes paralíticos.

Se aplicarán ahora a los primates y luego a los humanos; seguramente se tendrán resultados positivos y por ende estaremos en condiciones de adquirir la inmortalidad al conjuntar el transplante de cerebro y la conexión de terminaciones nerviosas.

 Terminaba mis elucubraciones mentales, cuando llegó mi compañero de trabajo el citobiólogo James Schmidt encargado de elaborar córneas por cultivo, a pedirme un colorante de contraste para hacer una observación microscópica relacionada con sus células corneales; en entregándole lo solicitado le dije en tono festivo:

- Ya está bien que prepares tus propios reactivos, no te voy a estar abasteciendo toda la vida-

- Para eso están los químicos biólogos- me contestó sonriendo.

- Te voy a enseñar a elaborarlos, al fin y al cabo ya vas a tener tiempo de sobra- le dije.

- ¿Qué quieres decir con eso?- preguntó intrigado.

- Pues que vas a tener que dedicarte a cultivar plantas, porque ya en París y en Miami están usando con gran éxito injertos de membrana amniótica para reparar hasta treinta ojos por membrana con daños en la córnea, barato y sin rechazo inmunológico-

- !Ah! Te refieres al profesor Scheffer Tseng de Miami- respiró aliviado.

“En efecto -continuó diciendo- eso es un gran adelanto y hasta reducen la opacidad del ojo y mejoran la vista del paciente pero, se aplica nada más para ciertas patologías oculares, sobre todo para úlcera de la córnea...todavía tendrán que evaluarse los resultados y creo firmemente que nunca podrán igualar a un injerto de córnea hecha con células homólogas del propio paciente.”

- Bueno...de todas formas- le dije con una sonrisa diabólica- si caes en desgracia, aquí puedo hacerte un lugarcito, serás muy bienvenido.

- ¡Já, sería lo último que haría! convertirme en fabricante de artículos de piel- expresó saliendo de mi cubículo más rápido que un rayo.

Raúl Cháides de terapia génica y yo, platicábamos de inmortalidad mientras terminábamos de comer vaticinando el futuro, a los dos nos encantaba jugarle bromas al Dr. Ebodio Isoldi, quien era neurogenetista en nuestra planta de investigadores. Era un joven corto de estatura muy preparado y dedicado casi cien por ciento a la ciencia, pero de carácter tímido, muy serio y a la vez de una ingenuidad propia de un niño; por eso cuando lo vimos sentado en una mesa del comedor, nos dirigimos directamente a su lugar.

-Hemos decidido dar el gran paso hacia la inmortalidad y tu nos vas a ayudar- dijo el Dr. Cháides sin tan siquiera saludar.

- ¿Pero de qué están hablando?- dijo el Dr. Isoldi atragantándose.

- Lo que oíste, Bernier se clonará y hará un traslado de información cerebral y yo me haré ¡un transplante de cabeza!-

-¡Pero ustedes deben de estar locos!- dijo alarmado.

- ¿Qué no se han dado cuenta que eso es absolutamente prematuro?- continuó diciendo precipitadamente:

- Abordar esa tecnología implica posibilidades de éxito muy remotas y una flagrante violación a los códigos de la Bioética.-

- Y tu no te has percatado del vínculo tan fuerte que existe entre la clonación y la inmortalidad- le contesté yo tratando de poner a duras penas una cara seria.- Es bien sabido que es el sueño más antiguo y acariciado del ser humano- abundé. 

Aún así correremos ese riesgo, ¡todo sea por la ciencia! -dijo enfáticamente el Dr. Cháides-

“Por lo pronto ya estamos preparando la célula madre para quitarle cualquier defecto génico e introduciendo por ingeniería genética otros genes óptimos mediante el cromosoma artificial; el embrión pronto lo anidaremos en un útero prestado.” 

- Pero eso sería cometer un ilícito- musitó Isoldi con voz entrecortada-

- No importa, lo haremos en secreto- le espeté.        

- Pero si aún no hay una máquina para transferencia de memoria:¿Qué harán con el clon mientras tanto?-

-Ya sé que no hay un neuro ordenador todavía, pero lo habrá dentro de quince o veinte años -le contesté- “entonces podremos transferirle a mi clon, mis propios conocimientos y experiencia sin necesidad de invertir tantos años de estudios. Mientras tanto le dejaremos vivir su infancia y nos enfocaremos más bien a aspectos de cultura general, como idiomas y esas cosas.”

- Pero será como profanar su mente, como robarle su propia identidad- dijo el neurogenetista cada vez más preocupado.

- ¡No!- me apresuré a contestar. Recuerda que es mi propio clon con mis características físicas y biológicas, con mi propia identidad y personalidad y su desarrollo ambiental será el seno familiar, con amor y calidad moral.

- Y yo -  dijo el Dr. Cháides- me pondré secretamente en manos del Dr. Robert White para que me cercene la cabeza  y la transplante a otro cuerpo, y así entraré de lleno en los anales de la historia científica, como el adelanto más grande de todos los siglos. Así tendré dos inmortalidades: la inmortalidad física y la inmortalidad histórica.

- ¡No puedes estar hablando en serio! ¿Acaso no piensas en que pones en riesgo tu propia vida, o que cuando menos podrías quedar cuadriplégico? ¿De dónde sacarán el otro cuerpo? preguntó Isoldi visiblemente alterado.

- No importa, será un sacrificio por la ciencia, el cuerpo lo sacaríamos de algún paciente en estado de coma, además aquí es donde entras tu-

- ¿Yooo? -

- Sí, serás el encargado de reparar todas las conexiones nerviosas- “Piensa en las posibilidades de investigación que se abren frente a ti, lo que podrías aportar al estudio de la genética de enfermedades neurológicas y psiquiátricas.”

- Sí, pero....

- ¡No hay pero que valga! Piensa muy bien en nuestra propuesta y desde luego...ni una palabra a nadie -dijimos Cháides y yo al unísono- mientras nos levantábamos de la mesa y lo dejábamos sumido en un mar de confusiones.

Al día siguiente cuando me dirigía al departamento de estadística, me encontré al Dr. Carlos Ovando de farmacología, quien al verme, exhibiendo una gran sonrisa, me disparó esta pregunta:

- ¡Cómo son infames! ¿Qué le hicieron al pobre de Isoldi que anda como sonámbulo?- Dice que no pudo dormir en toda la noche.

- ¡Nada hombre!...lo que pasa es que el chaparrito ni aguanta nada -dije sin poder contener la risa.

Continuando mi camino pensé:

Ni modo, por culpa del condenado Isoldi tendremos que abortar el “Proyecto Inmortalidad.”

 

La última noticia del año que causó escozor en los medios informativos fue la que anunció en la Academia Nacional de Ciencias en Washington, el ginecólogo italiano Severino Antinori.

Declaró su decisión de clonar un ser humano para fines del 2001 o a principios del 2002.

Ya desde principio de año Antinori, había formado un consorcio con el Dr.  Panayotis Zavos quien era especialista en reproducción asistida en la Universidad de Kentucky, para llevar a cabo el experimento del primer bebé clónico como técnica de apoyo a la fecundación in vitro y para fines terapéuticos y de investigación de enfermedades.

Como siempre las fuerzas opositoras pusieron el grito en el cielo, expresando que la clonación humana era algo anacrónico, antieconómico y sin ningún sentido, pero el Dr. Zavos contestó que:

“No se trata de una decisión bioética, sino de una decisión médica ya que muchas personas necesitan de esta técnica para completar su ciclo vital, su derecho a reproducirse.”

Yo, desde el punto de vista científico pienso que todavía es un tanto prematuro abordar esta empresa, a pesar de que ya está un poco más depurada la técnica; creo que hace falta más experimentación sobre todo en primates, perros y gatos, porque oponen una fuerte resistencia a la clonación con células adultas; los resultados en primates han sido desastrosos, a excepción de los monos de Oregon que fueron clonados con células fetales.

Ignoro si los mencionados científicos irán a emplear células adultas o células fetales; en el primer caso, al menos en animales el 98 por ciento de los embriones no se implantan, mueren durante la gestación o inmediatamente después de nacer; sin embargo no condeno este propósito científico porque pienso que hay que correr el riesgo pese a la oposición de ciertos sectores sociales.

Es bien sabido que cada éxito, muchas veces, lleva escondido un caudal de fracasos, pero sólo de esta manera se puede llegar a la culminación de un proyecto, como lo ha hecho la naturaleza a través de millones de años de evolución.

El fracaso forma parte inherente del éxito, es bueno recordar que la fertilización in vitro, sólo fue posible después de 104 intentos, y que hoy es una práctica común, segura y de mucha utilidad para mujeres infértiles.

El Dr. Antinori dijo a la prensa :

“No puedo imaginar que Estados Unidos cierre las puertas a sus investigaciones científicas sobre la clonación, ya que una actuación de esa naturaleza implicaría un regreso a la Edad Media” refiriéndose a la prohibición que fue aprobada por la Cámara de Representantes.

Como reacción a esa postura, muchos científicos se han reunido en un panel de la Academia Nacional de Ciencias, encabezados por el Biólogo de la Universidad de Stanford, Irvin Weissman, para preparar un informe y rebatir la moratoria a la clonación humana.

En la reunión el mismo Weissman expresó:

“La aplicación de la clonación humana compete a la ciencia y a la medicina solamente, no a la política ni a la religión.” y concluyó diciendo que: “Nuestros muchos grupos de científicos lucharemos contra la legislación, apoyada por el Presidente George W. Bush.”

Finalmente feneció el primer año del nuevo milenio con psicosis del pueblo de EE.UU. por la guerra contra el terrorismo en Afganistán, dando pie a las consabidas reflexiones y a la obligada evaluación de los logros conseguidos y las futuras metas a alcanzar.

Yo tenía buenos proyectos que realizar.

Como es costumbre los medios informativos tanto escritos, hablados como electrónicos, publicaron a fin de año y a principios del siguiente, un compendio de los hechos sucedidos durante los doce meses transcurridos, presentando estadísticas y sesudos análisis desde el punto de vista socioeconómico y antropológico.

El común denominador de este consenso noticioso fue la violencia, manifestada en sus diferentes facetas como: Homicidios (en mi país México subió al sexto lugar como causa de muerte), violaciones de mujeres y niños, secuestros, extremismo ideológico, terrorismo (sobre todo los impactantes ataques a New York y Washington), actos violentos en las escuelas, violencia xenófoba, linchamientos provocados por intolerancia religiosa, conflictos violentos por fanatismo en los estadios deportivos y conflictos entre autoridades y globalifóbicos, guerras y conflictos armados en Colombia, en Irlanda, en Israel y Palestina, en Afganistán y Estados Unidos al frente de otras naciones, etc. Al final, después de constatar en la gráfica que el siglo XX fue el más sangriento de toda la historia de la humanidad, terminé extenuado, con náuseas y reafirmando lo que siempre me ha convencido:

“La especie animal de donde deriva el hombre, es la más agresiva y la única que disfruta imponiendo su crueldad sobre otros seres vivos y a la vez destruyendo habitualmente a los miembros de su propia especie y su hábitat.” Dicho en palabras más sencillas:

“El hombre es el animal más animal.” Salvando minorías, ¡Claro!

Sigue habitando en el espécimen humano, en su acervo biológico y genético, el prisionero más antiguo y primitivo de su pasado ancestral donde se alberga toda la prehistoria. Biológicamente no ha podido evolucionar hasta una especie genéticamente adelantada, a pesar del aprendizaje y el condicionamiento, sigue cargando con un caudal de instintos básicos. A decir del neurocientífico Paul MacLean de la Universidad de Yale:

“Las capas más profundas del encéfalo humano encierran un cerebro reptiliano (complejo R) que es rígido, paranoico y ritualista.”

Tal parece que en lugar de perfeccionarse la humanidad, ésta avanza hacia la etapa más violenta de toda su historia, porque está experimentando un descontrol y una agresividad inusitados, pues conforme más se desarrolla la sociedad, más brutales y virulentos se vuelven sus componentes.

Pero, ¿Qué es la violencia y por qué los individuos se vuelven violentos? ¿Podemos combatir la agresividad?

Los que tienen que contestar a estos cuestionamientos son los neurólogos, farmacólogos, biogenetistas, psicólogos y sociólogos.

Es posible que la violencia sea el producto de un conjunto de factores que desencadenan su efecto negativo.

Puede ser que sea una conducta aprendida siguiendo el ejemplo de sus congéneres -primeramente sus padres- o a través de la violencia exhibida en los medios masivos de comunicación como el cine, la televisión, revistas, periódicos, etc.

Tal vez sea una estrategia evolutiva de sobrevivencia ocasionada por factores socioeconómicos como la hipertrofia cultural que es la simiente natural que conduce a la ignorancia; la desintegración familiar, el maltrato a mujeres y niños que facilita la manufactura de elementos desarraigados y resentidos que reaccionan a la defensiva obrando violentamente contra la sociedad.

Una disfunción neuroquímica, que está ligada directamente al metabolismo y comportamiento de varios neurotransmisores, que son responsables de la agresividad, como la serotonina y la vasopresina entre otras. Se están ensayando con éxito algunos psicofármacos selectivos como la eltropracina con el objeto de que actúen contra substancias como la serotonina sin dañar otras funciones ni provocar serios efectos secundarios.

El problema con el neurotransmisor serotonina es que existen cuando menos catorce receptores cerebrales dedicados a esta proteína y no se sabe a ciencia cierta cuáles intervienen en el proceso agresivo; hay además otras substancias que dificultan el estudio.

Se están utilizando también marcadores bioquímicos y técnicas de diagnóstico por imagen para explorar el interior de los cerebros de individuos violentos, sobre todo en el córtex prefrontal, donde, según algunos neurofisiólogos entre ellos Adrián Raine de la Universidad del Sur de California, radica la clave de la violencia.

La estrategia para prevenir y curar la agresividad, sería a base de estimuladores electrónicos en forma de chips para ser implantados en esa área.

La violencia puede deberse también a una disfunción genética o a un proceso hereditario impuesto por los genes.

En efecto, en nuestro genoma humano hay genes que hemos heredado de nuestros ancestros los homínidos, pasando por quién sabe que tantas formas de vida desde los reptiles hasta los primates hace más de cuatro millones de años.

No podemos negar que muchas facetas del comportamiento humano se antojan propias de animales, desde complejos patrones de conducta hasta la agresividad y esa información está grabada en nuestros cromosomas.

Es imperativo que los genomólogos se avoquen a localizar los genes humanos responsables de la violencia en el recién terminado mapa genético y procedamos a corregir, mediante terapia génica o ingeniería genética, los genes defectuosos -o la interrelación entre estos-, para disminuir la agresividad cuando menos a limites manejables.

En el genoma del ratón se han localizado hasta ahora 15 genes involucrados en procesos de aumento o inhibición de la violencia, pero existe la dificultad de que aún no se conoce todavía la función exacta de cada gene; es necesario el estudio directo en individuos violentos de la especie humana, pues los humildes ratones por más agresivos que sean, no cometen las tropelías que cometemos los humanos.

Creo que la Ciencia Genética será la única que pueda solucionar este problema social ya que por su conocimiento y arsenal de técnicas biológicas, está dada para conseguir que la especie humana dé los pasos convenientes para perfeccionar su evolución.

Pero no todos los científicos están de acuerdo con estos razonamientos, hay quienes piensan que la agresión y la violencia no son determinados de manera innata.

El Bioquímico Federico Mayor Zaragoza de la Universidad Autónoma de Madrid, España, quien fuera Director General de la UNESCO, formó parte del grupo de “Declaración Sobre la Violencia” en 1986 y preparó un trabajo donde expuso sus argumentos para oponerse a la suposición de que la agresión está en los genes, en lo que él llamó “ideas erróneas respecto a lo innato a menudo equiparadas con el concepto genético.”

El trabajo, plagado de citas y bibliografía, lo enfoca desde diversos puntos de vista que trataré de abordar sucintamente:

Paleoantropología.- “No existen pruebas que respalden el argumento referente a que el genocidio masivo intra-específico haya existido durante tantos años (aproximadamente 5 millones) de historia biocultural del hombre.”

La evolución humana.- “Si el primer homínido Australopithecus hubiera sido intra-específicamente asesino, ¿qué oportunidad habrían tenido de sobrevivir y evolucionar más?”

Argumenta que la evidencia de fósiles muestra que eran criaturas de aproximadamente 1.30 m de estatura, 40 Kg. de peso, sin garras ni dientes poderosos, no veloces, armas de piedra primitivas, más preocupadas por subsistir que para matarse ellos mismos ni cometer genocidio generalizado intra-específico.

La teoría de la evolución.- “La supervivencia de los mejor dotados a menudo se mal entiende como la sobre vivencia de los más fuertes. Si los fuertes pelearan entre ellos mismos –como erróneamente se cree-, los débiles heredarían, si no la tierra, al menos a las viudas de los fuertes.”

“...de manera consciente e intencionada la gente empezó a emplear y a desarrollar los procesos cooperativos que se han difundido en el reino animal.”

Etología.- (Ciencia auxiliar de la biología para estudiar las costumbres y reacciones de los seres vivos comparados con el hombre.)

Aquí coincide cuando asegura que: “El único animal que practica

el asesinato masivo contra los de su propia especie es el hombre.”

Prehistoria e historia.-

Aquí coincide el investigador Richard Wrangham de la Universidad de Harvard, cuando llega a considerar la guerra hace unos 7,000 años, como una consecuencia inevitable de la revolución agrícola y el sedentarismo en la organización humana. Se dan las condiciones necesarias para que se produzca un conflicto por la rivalidad entre vecinos. Antes de ello, entre cazadores y recolectores, no hay un registro claro de confrontamientos.

Genética.- “El error consiste en suponer que la agresión está en los genes y que debe aparecer inevitablemente.”

“La agresión y la guerra son eventos generados y no predestinados.” Argumenta que el síndrome “XYY” como causa de la conducta violenta se ha confirmado como una falacia.

Se refiere -supongo yo- a un estudio que se hizo con un grupo de convictos violentos y corpulentos, a los cuales en su mayoría se les encontró un cromosoma sexual masculino “Y” supernumerario. Se arguye que también hay personas de las mismas características que no presentan esa anomalía.

Neurofisiología.- “La conducta violenta sostenida se asocia ya sea con una disfunción cerebral o con una alteración de sus funciones armoniosas, y nunca puede tomarse como prueba de la actividad de alguna función de un impulso normal o del así llamado instinto.”

Conclusiones:- En la Declaración sobre la violencia.

“Es científicamente incorrecto decir que hemos heredado de nuestros ancestros animales una tendencia para generar la guerra.”

 “Es científicamente incorrecto decir que en el curso de la evolución humana ha ocurrido una selección para la conducta agresiva, más que para otros tipos de conducta.”

 “Es científicamente incorrecto decir que los humanos tienen un cerebro violento

“Es científicamente incorrecto decir que la guerra es producida por el instinto o por alguna motivación en sí.”

 “La misma especie que inventó la guerra tiene la capacidad para inventar la paz. La responsabilidad está en cada uno de nosotros.”

 Desde la emisión del trabajo del bioquímico Mayor Zaragoza a la fecha, la Ciencia Genética ha avanzado vertiginosamente, esclareciendo muchos conceptos que antes permanecían en la oscuridad; en aquel tiempo ni tan siquiera se pensaba en el “Proyecto Genoma Humano” y se veía imposible la clonación de un ser vivo.

Es posible que este científico y otros como él, hayan cambiado de opinión ante las nuevas evidencias y perspectivas, o es posible que aún consideren que su postura es la correcta.

 En lo personal pienso, ante la avalancha sostenida de agresividad, violencia y perpetración de actos crueles y repugnantes del ser humano, -aún gozando de las condiciones más favorables-, que seguimos guardando en lo más recóndito de nuestros cromosomas, esa tara genética, que tal vez sirvió en algún remoto tiempo para la sobre vivencia, pero que hoy aflora mutantemente en muchos individuos ocasionando la degradación de la especie humana.

 Todavía falta el enfrentamiento polémico de los científicos contra los bioéticos, moralistas, religiosos, etc., cuando en un futuro cercano podamos curar o modificar los genes agresivos, porque de momento la violencia no se considera como una enfermedad y no es legítimo moralmente tratarla como tal.

Es de pensarse que estos grupos opositores, no estarán dispuestos a desarraigar la simiente de nuestro mal, para seguirla conservando como una forma execrable y exclusiva del homo hábilis .

A los primeros que tendríamos que regenerar -aunque se desgarraren las vestiduras los abanderados de los Derechos Humanos- serían a muchos de los políticos, militares, a los dueños del capital internacional que aman e incitan a la violencia, que aprovechan la debilidad genética de sus semejantes con argumentos falaces disfrazados de patriotismo y democracia para saciar sus mezquinos intereses y lucrar ambiciosamente con la industria bélica. ¿O no?

 

Tiempo después me llamó el Dr. Epstein a su oficina. Al momento de entrar le dije en tono festivo:

- ¿Qué se le ofrece? ¿A dónde me va a llevar ahora?-

El Dr. se sonrió y relajadamente me dijo tendiéndome unos papeles:

- Según estas estadísticas no estamos logrando un éxito completo en la rehabilitación de pacientes con lesiones en la articulación de rodilla mediante el injerto de células cartilaginosas-

- ¿Cuál es el problema?- pregunté intrigado.

- El problema es que las células cultivadas están resultando demasiado endebles para injertarlas o transplantarlas por falta de una estructura adecuada- me contestó preocupado.

- Será necesario –continuó- que te compenetres en lo último de la tecnología y te dispongas a actualizarte durante un tiempo en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

- A mi me parece magnífico -le contesté con entusiasmo- ya me había enterado al respecto del nuevo sistema en un artículo de la revista Science pero, tendrán que proporcionarme el biorreactor giratorio.

- De eso se trata, de que recibas un entrenamiento para luego adquirir el equipo necesario -abundó el Dr.-

- Por mi encantado. ¿Dígame cuándo parto?- pregunté al instante.

- Pronto, en cuanto nos pongamos en comunicación con los dirigentes del laboratorio de citogenética del MIT y nos indiquen cuándo pueden recibirte- me contestó mi jefe científico.

Unos cuantos días después, llegaba al mundialmente famoso Tecnológico de Massachusetts y me dirigí a localizar a mi contacto entrenador el Dr. Elmer Laughlin quien tenía un doctorado en estructuralismo biogenético de la Universidad de Pennsylvania.

Resultó ser una persona madura, de trato amable, muy accesible y con gran disponibilidad para la enseñanza.

Me presentó un biorreactor de los que había muchos. Este era un dispositivo cilíndrico conectado a un motor de velocidades controladas, de paredes de vidrio rotatorias cubiertas en sus extremos por material plástico de color blanco, más en la parte posterior. De la parte contraria al motor, brotaban algunas conexiones metálicas de donde conectaban tubos de plástico con llaves de paso los cuales se encargaban de transportar líquidos nutrientes y oxigenados al interior del recipiente; todo el aparato estaba acondicionado con un sistema termorregulador.

- Como tu bien sabes –me explicó el Dr. Laughlin- “los biorreactores fijos tenían el inconveniente de no abastecer eficientemente a los condrocitos o células cartilaginosas más interiores del tejido, dando como consecuencia unas células más endebles y compactas no totalmente eficaces y resistentes para amortiguar los impactos entre los huesos.

Ante este problema, le pedimos ayuda a nuestro departamento de bioingeniería médica y lograron este nuevo ingenio; además introdujimos ciertas modificaciones como el andamiaje estructural tridimensional en el interior del cilindro que consiste en una estructura de fibras de polímeros sintéticos entrecruzados más esponjados, con el fin de formar el apoyo para el desarrollo de los condrocitos. Esta innovación y el girar del biorreactor que aplica un baño de nutrientes a todas la células, facilita su crecimiento dando como resultado cartílagos más gruesos, duraderos y resistentes.”

Como puedes observar es bastante sencillo, sólo tienes que practicar un poco y en unos cuantos días estarás tan preparado como cualquiera de nosotros -terminó diciendo el Dr.- dejándome en manos de una hermosa técnica calificada.

En el mes de junio, con mi cerebro fundido por sobrecarga de mega voltios de conocimientos científicos, obtuve tras muchas horas de estudio y trabajo de investigación, la documentación del Departamento de Estudios Avanzados de la Universidad de Arizona, que me acreditaba como “Master” en Citogenética Molecular, avalado por el Director del postgrado, el Dr. Walter V. Wetzel.

Ese día, en compañía de mi familia y algunos compañeros de los más allegados, -entre ellos el Dr. Epstein- celebramos el acontecimiento con muchos brindis, canciones y alegría. Mi siguiente meta era un Doctorado.