Capítulo 9

El NiÑo Clonado

 

       Tocó abrir la jornada al Prelado Lucio Buvoni, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien inició con estas palabras:

“Los progresos del conocimiento y los consiguientes avances de la técnica en el campo de la Biología Molecular y la ciencia Genética en general, han hecho posible la realización de logros importantes en terapia génica, ingeniería genética y fecundación asistida incluyendo la clonación de animales y plantas.

Gracias a este progreso, el hombre dispone de medios terapéuticos cada vez más eficaces, pero puede también adquirir nuevos poderes, preñados de consecuencias imprevisibles, sobre el inicio y los primeros estadios de la vida humana.

En la actualidad, diversos procedimientos dan la posibilidad de intervenir en los mecanismos de la procreación, no sólo para facilitarlos, sino también para dominarlos.

Si tales técnicas permiten al hombre tener en sus manos su propio destino, lo exponen también a la tentación de transgredir los límites de un razonable dominio de la naturaleza; por eso, aún cuando tales técnicas pueden constituir un progreso al servicio del hombre, al mismo tiempo comportan graves riesgos.

De allí que se eleve por parte de muchos, una llamada urgente a salvaguardar los valores y los derechos de la persona humana en las intervenciones sobre la procreación. La demanda de luz y de orientación proviene no sólo de los fieles, sino también en cuantos reconocen a la Iglesia, experta en humanidad, una misión al servicio de la civilización del amor y de la vida.

El don de la vida, que Dios Creador y Padre ha confiado al hombre, exige que éste tome conciencia de su inestimable valor y lo acoja responsablemente. Este principio básico debe colocarse en el centro de la reflexión encaminada a esclarecer y resolver los problemas morales que surgen de las intervenciones artificiales sobre la vida naciente y sobre los procesos procreativos.

La intervención de la Iglesia en este campo, se inspira en el amor que debe al hombre, al que ayuda a reconocer y a respetar sus derechos y deberes. Ese amor se alimenta del manantial de la caridad de Cristo a través de la contemplación del misterio del Verbo Encarnado, la Iglesia conoce también el misterio del hombre, anunciando el Evangelio de salvación, revela al hombre su propia dignidad y le invita a descubrir plenamente la verdad sobre si mismo. La Iglesia propone la ley divina para promover la verdad y la liberación.

Dios que es infinitamente bueno, da a los hombres sus mandamientos y la gracia para observarlos, también porque es bueno, ofrece a todos su perdón. Cristo se compadece de nuestras fragilidades: El es nuestro Creador y nuestro Redentor y su Espíritu abre los ánimos al don de la paz divina y a la inteligencia de sus preceptos.

A la clonación quiero referirme en especial por el hecho que ha provocado repulsión y alarma, con justificada razón, ante la posibilidad de aplicarla a la especie humana.

El alma espiritual, esencia de la vida misma de cada individuo, es creada directamente por Dios y no puede ser engendrada por los padres, ni fabricada por la fecundación in vitro, ni por el artificio de la clonación; en principio una réplica del ser humano no sería sinónimo de misma identidad porque el desarrollo ambiental, la educación la cultura y el aspecto psicológico derivarían a una personalidad diversa.

A pesar de la imposibilidad de implicar al espíritu, donde radica la fuente de la personalidad, algunos científicos queriendo emular la omnipotencia de Dios, y argumentando la necesidad de garantizar la libertad de investigación y la no condenación del progreso, pretenden usurpar las funciones que sólo corresponden al Creador, fabricando individuos dotados de inteligencia y belleza fuera del estándar normal, replicando la imagen de consanguíneos muertos, produciendo individuos sanos y limpios de enfermedades genéticas,  seleccionando el sexo como vanidad social, produciendo embriones conservados para utilizarlos como reservas de órganos, etc.

Pero, ¿Cuál sería el significado antropológico de esta operación en la deplorable perspectiva de su aplicación al hombre y qué problemas éticos traería aparejados en relación con la clonación humana?

La clonación humana forma parte del proyecto del eugenismo y consecuentemente está bajo el análisis severo de la Ética y la Jurisprudencia que lo han condenado ampliamente, porque como ha escrito el ético y filósofo moral Hans Jonas, en su Cloniano un uomo: dall’eugenetica all’ingegneria genética, en Técnica, medicina de ética, Einaurdi, en Turín en 1997, es en el método la forma más despótica y, a la vez, la forma mas esclavizante de manipulación genética; su objetivo no es una modificación arbitraria de la sustancia hereditaria, sino precisamente su arbitraria fijación en oposición a la estrategia dominante en la naturaleza.

Es una manipulación radical en el punto básico de la procreación humana, tanto en el aspecto biológico como personal, que tiende a considerar la bisexualidad como un mero residuo funcional, puesto que se requiere un óvulo sin núcleo, para desarrollar el embrión clon y un útero para su desarrollo final, limitando el significado específico de la reproducción humana.

En esta instrumentalización de técnicas zoológicas aplicadas, la mujer se reduciría únicamente a una prestadora de gametos femeninos y de útero, mientras se abre la perspectiva  posible de crear úteros artificiales y producir seres humanos en el laboratorio.

En el acto completo de la clonación serían pervertidas las relaciones intrínsecas de la persona como la identidad, la consanguinidad, el parentesco, la paternidad y la maternidad, puesto que un hombre podría ser hermano gemelo de su padre, ser hijo de sus abuelos; en una mujer lo mismo además de carecer de padre biológico, llegándose a una ruptura total de vínculos.

La clonación humana merece un juicio negativo refiriéndose a la dignidad de la persona clonada, pues vendría al mundo como una copia biológica de otro ser y propiciaría en el clonado un intenso malestar cuya identidad psíquica se vería afectada por la presencia real o virtual de su otro yo.

No sería factible mantener el secreto por imposible e inmoral, ya que la persona clonada sería engendrada para que se asemejara a alguien que valiera la pena clonar, y por lo tanto recaerían en el clon atenciones y expectativas no menos funestas, que constituirían un verdadero atentado contra su personalidad.

El proyecto de clonación humana debe prohibirse totalmente y no limitarse hasta la primera etapa de embrión porque permitiría la inmoral experimentación sobre embriones fetos, atropellando con crueldad el respeto, la defensa y la promoción del hombre en su derecho primario y fundamental a la vida y su dignidad de persona, dotada de alma espiritual, de responsabilidad moral y llamada a la comunión beatífica con Dios.

La clonación humana es una terrible consecuencia a la que conduce una ciencia sin valores y es signo de profunda decadencia de nuestra civilización, que busca en ella, en la técnica y en las banalidades de la vida, sucedáneos al sentido de vivir y a la salvación de la existencia.

Hay quienes proclaman la muerte de Dios con la esperanza vana de un superhombre, sin analizar que tal deseo traería como resultado la muerte del hombre; porque no hay que olvidar que el ser humano que niega su condición de cosa creada, más que exaltar su libertad, genera nuevas formas de esclavitud nuevas discriminaciones, nuevos y profundos sufrimientos.

La clonación puede llegar a ser la trágica parodia de la omnipotencia de Dios. El hombre, a quien Dios ha confiado todo lo creado dándole libertad e inteligencia, no encuentra en su acción solamente los límites impuestos por la imposibilidad práctica, sino que él mismo, en su discernimiento y pensamiento ético, debe saber trazar sus propios confines. Una vez más, el hombre debe elegir y decidir entre transformar la tecnología en un instrumento de liberación o convertirse en su esclavo introduciendo nuevas formas de violencia y sufrimiento.

El Magisterio de la Iglesia, en la instrucción Donum vitae de 1987, ha condenado la hipótesis de la clonación humana, de la fisión gemelar y de la partenogénesis, razonada en la negación de la dignidad de la persona sujeta a clonación y en la negación misma de la dignidad de la procreación humana.

Lo más urgente ahora es armonizar las exigencias de la investigación científica con los valores humanos imprescindibles. El científico no debe considerar el rechazo moral de la clonación humana como una ofensa; antes al contrario, esta prohibición devuelve la dignidad a la investigación evitando su degeneración creativa en Dios; la dignidad consiste en ser uno de los recursos más ricos para el bien de la humanidad.

Por lo demás, la investigación sobre la clonación tiene un espacio abierto en el reino vegetal y animal, siempre que sea necesaria o verdaderamente útil para el hombre o los demás seres vivos, observando las reglas de la conservación del animal mismo y la obligación de respetar la biodiversidad específica.

La investigación científica en beneficio del hombre representa una esperanza para la humanidad, encomendada al genio y al trabajo de los científicos, cuando tiende a buscar remedio a las enfermedades, aliviar el sufrimiento, resolver los problemas debidos a la insuficiencia de alimentos y a la mejor utilización de los recursos de la tierra. Para hacer que la Ciencia Genética mantenga y refuerce su vínculo con el verdadero bien del hombre y de la sociedad, es necesario fomentar como recuerda el Santo Padre en la encíclica Evangelium vitae: Es la mirada de quien ve la vida en su profundidad percibiendo sus dimensiones de gratitud, belleza, invitación a la libertad y a la responsabilidad. Es la mirada de quien no pretende apoderarse de la realidad, sino que la acoge como un don descubriendo en cada cosa el reflejo del Creador y en cada persona su imagen viviente.

Es pues una mirada contemplativa sobre el hombre mismo y sobre el mundo, como realidades creadas por Dios, y en el contexto de la solidaridad entre la ciencia, el bien de la persona y de la sociedad.”

 Con estas palabras terminó su primera intervención el Prelado de Roma ante una buena parte de la comunidad científica de mente analítica que “rumiaba” silenciosamente el contenido del discurso del conferencista. El moderador confirió la palabra al Dr. Hugo Solia, Director de la maestría de Bioética en la Universidad de Madrid, quien inició de este modo su ponencia:

 “El incremento de la tecnología y la Ciencia Genética elevado a la “n” potencia en los últimos veinte años, no ha dejado a la Bioética hacer otra cosa que tratar de resolver conflictos emanados de las mismas. En el nuevo milenio la función primordial de la Bioética tenderá a educar a los profesionales y a la población sobre los fines de la ciencia y la gestión del cuerpo y de la vida.

La Ciencia Genética nos enseña cómo se replican los genes, cómo se ensamblan las unidades estructurales de las macromoléculas y la respuesta del organismo a un estímulo ambiental, sin embargo está incapacitada para explicar el valor de la vida, explicación que no se puede postergar; si no sabemos el valor de la vida o intentamos ignorarlo, no podremos hablar con fundamento de su significado.

El mero funcionamiento, el simple análisis explicativo, no nos dice cuál es el valor de la vida. ¿Por qué defender entonces el respeto a la vida? ¿Por qué la vida humana es intocable? ¿Por qué no nos está permitido experimentar en vivo con un puñado de hombres para salvar a toda una sociedad enferma? No es fácil contestar a estos cuestionamientos pero, desde luego es evidente que no se pueden cargar a la cuenta de la Ciencia, porque caen fuera de su perímetro de acción. La Ciencia por si sola no puede dar respuesta al problema al significado último de las cosas; esto no entra en el ámbito del proceso científico, es terreno regulatorio y de conciencia de la Bioética.

Se ha dicho que las implicaciones éticas que alarman y generan polémica se deben a que se ha dejado la actividad científica a la arbitrariedad de los investigadores y que de esa manera producen desorientaciones en la sociedad, que es preciso someter toda acción científica a una finalidad social y política; que es el Estado y sus funcionarios los que deben asignar un control a cada tipo de investigación, que se impone racionalizar la investigación. Pero de aquí surgiría otro problema adicional y tal vez más grave: el de la relación entre la libertad y la ciencia, problema de gran contenido ético, porque si hacemos que toda investigación científica deba estar sometida a la programación de los tecnócratas y los políticos, entonces quedaría coartada la libertad del investigador y podría suceder una disfunción mayor.

Se plantea un problema muy serio, pero lo más grave es no tener los instrumentos de pensamiento necesarios para resolverlo, porque si se intenta responder desde la propia ciencia o técnica, nos encontramos con que la instrumentalización de conceptos o de comprensión que se tienen son insuficientes, porque se ocupan del objeto que se estudia y no se puede tematizar el sentido de la actividad científica.

En la actualidad la discusión ética con cierto peso en la sociedad hace referencia principalmente a la clonación humana y a la ingeniería genética.

Desde el punto de vista de nuestro Comité de Expertos sobre Bioética podemos expresar las siguientes observaciones:

La clonación con fines reproductivos puede interpretarse, por el momento, como una técnica no convencional de fecundación asistida. Podría justificarse cuando otras técnicas de reproducción in vitro han fracasado, no sin antes desarrollar ensayos controlados antes de permitir su uso. La utilización de estas técnicas en humanos, debe hacerse cuando menos, con todas las precauciones que marca la legislación. Esto obligará a desarrollar una amplia fase experimental que permita probar su seguridad y eficacia en seres humanos.

La utilización de las técnicas de clonación no reproductiva con fines terapéuticos, por ejemplo para generar tejidos humanos para transplante, deberá ponderarse frente a las nuevas tecnologías emergentes de obtención de células madre y diferenciación de las mismas in vitro. Ello se debe a que las técnicas de clonación pueden conducir a la generación de células pluripotenciales, mientras que las células madre o blastocitos conducen a la generación de determinados linajes celulares.

Los poderes públicos y las instituciones privadas deben difundir información veraz y comprensible sobre todos aquellos avances científicos que generen inquietud y malestar en la sociedad. Esto es particularmente necesario y urgente en el caso de las aplicaciones biotecnológicas y más en concreto en la clonación humana.

La comunidad científica y las agencias reguladoras tienen una especial responsabilidad en la creación de un clima de confianza para el público. Los fenómenos de incertidumbre e incluso de resistencia no son mera función de la ignorancia de la sociedad, sino de preocupación genuina por las consecuencias de medio y largo plazo en áreas sensibles, afectando valores, prácticas y estructuras centrales, derivadas o asociadas a todo avance científico mayor.

Cuando la influencia de la ciencia y de la técnica sea tan enorme que pueda comprometer el presente y el futuro de la vida humana, nuevos procedimientos de regulación y control, distintos a los clásicos deberán aplicarse. La comunidad científica deberá dar pasos decididos para evidenciar que la investigación se realiza bajo el control de códigos éticos rigurosos y no meramente retóricos, mostrando que efectivamente, cuenta con mecanismos y principios eficaces de autorregulación y también habrá de involucrarse en una relación de diálogo con el público.

Deben evitarse las expresiones de absoluto rechazo y condena o de absoluta aprobación de todo tipo de clonación. La clonación es el resultado del uso de unas técnicas que, en si, son neutras y que reciben su moralidad, fundamentalmente, de los fines a los que se destinen.

Si el fin perseguido es la degradación del ser humano o una agresión grave a su dignidad, la aplicación de estas técnicas deberá ser considerada moralmente negativas, pero no siempre en caso contrario. La clonación en seres humanos, como en general todas las técnicas que intervienen en el proceso de transmisión de la vida, tienen que ser juzgadas con extrema cautela.

Consideramos que es necesario fomentar el máximo respeto a la vida en general y a la vida humana en particular, en cualquiera de sus fases de desarrollo, desde la concepción hasta la muerte; por eso resulta cada vez más necesario fomentar una cultura de respeto responsable a la vida en todos sus estratos, y en particular a la vida humana. Las cautelas deben ser máximas cuando se manipulen seres humanos con fines distintos a la prevención o curación de enfermedades.

Esto sucedería siempre que se persigan objetivos distintos a la corrección o curación de rasgos patológicos del propio individuo, mediante la modificación de caracteres considerados normales o no patológicos. En este sentido juzgamos muy prudente las normas emanadas de las autoridades nacionales e internacionales que desaprueban en el momento actual, el uso de las técnicas de clonación reproductiva, excepto con fines de prevención o curación de enfermedades.

En el análisis ético de la clonación, consideramos  que el exhorto al respeto de la naturaleza humana, es compatible con la utilización de todas aquellas técnicas que puedan resultar claramente beneficiosas para los seres humanos y consideramos que los gobiernos deben proponer a sus parlamentos leyes prohibitivas de todos aquellos usos de las técnicas de clonación para cualquier otro objetivo que no sea la prevención o curación de enfermedades genéticas claramente establecidas. En todos los demás casos, su uso debería, al menos por ahora, hallarse prohibido.

Consideramos que las emociones juegan un importantísimo papel en la vida moral que, en cualquier caso debe ser controlado por la razón. Es necesario que las emociones estén sometidas a cierto control racional: las emociones son inevitables en ética, pero la ética no debe ser puramente emotivista.

Consideramos que evitar la manipulación del embrión, en cualquiera de sus fases, debe estimularse como ideal moral, pero que ese ideal no puede ser elevado a la categoría de deber colectivo. Exhortamos al mayor respeto posible a los embriones, a la vez que estimamos no sancionables todas aquellas actuaciones que resulten compatibles con la dignidad de todos los sujetos implicados en el proceso. Creemos que los embriones deben ser sometidos a una protección jurídica que, en términos generales, viene a coincidir con la ya establecida en diversas legislaciones para el uso de las técnicas de reproducción asistida.

Consideramos que el embrión tiene los mismos derechos que el ser ya nacido, en tanto que consideramos que hay razones suficientes para afirmar que eso no sucede hasta el momento de la anidación, hasta el paso de embrión a feto, o incluso más adelante. Sin embargo creemos necesario exhortar al respeto de los embriones en cualquiera de sus fases de desarrollo, aunque pensamos mayoritariamente que no se puede convertir esa exhortación en norma y exigir coactivamente su cumplimiento, especialmente en los primeros estadios del citado desarrollo.

La transferencia nuclear en la clonación, además de presentar importantes problemas éticos, están en la actualidad en fase experimental y por lo tanto resulta inaceptable su aplicación a seres humanos. Es necesaria mucha más  investigación en animales, sólo tras la cual sería posible comenzar los ensayos en seres humanos.

La clonación realizada con núcleos de células de individuos ya nacidos, para fines reproductivos, plantea relevantes problemas éticos que hacen desaconsejable su uso y, por el momento, prudente su prohibición legal.

Las posibles distorsiones en las relaciones de parentesco que podrían generar y sufrir los niños nacidos mediante este tipo de técnicas. Aunque probablemente ninguna de estas razones tienen, por si solas fuerza suficiente para fundamentar una prohibición total y absoluta la convergencia de todas ellas si hace claramente desaconsejable, en el momento actual, el procedimiento y hasta sancionable jurídicamente su realización.

En cualquier caso, el hecho de que las razones aducidas tengan un carácter más prudencial que absoluto, hace necesario, dejar la puerta abierta al posible uso excepcional futuro de estas técnicas para casos muy especiales de orden reproductivo o terapéutico.

Con respecto a la clonación realizada con núcleos de células provenientes de individuos ya nacidos para fines que no son reproductivos, persiguiendo líneas celulares que puedan llevar a la formación de tejidos para autotransplantes, hay disparidad de criterios sobre si debe o no ser prohibida.

Como ustedes bien saben, los avances científicos en el área de la genética molecular, permiten desarrollar métodos de diagnóstico para el examen de la configuración genética de individuos enfermos. Las nuevas técnicas permiten conocer detalladamente aspectos físicos, e incluso predisposiciones psicológicas del individuo, que anticipan la aparición de problemas en un futuro, independientemente de que existan o no manifestaciones externas o síntomas en el momento del diagnóstico. Incluso, éste puede realizarse antes del nacimiento por el análisis del líquido amniótico extraído de la madre.

No obstante la información obtenida no siempre será benéfica para la persona interesada, porque la información extraída de las pruebas de diagnóstico genético también pudiera ser utilizada deliberadamente y convertirse en un instrumento para justificar abusos como discriminación racial o sexual, de prácticas excluyentes en fuentes de trabajo, el incremento del poder institucional con escaso respeto por los derechos o el destino personal de los individuos.

La prerrogativa para aplicar pruebas y manejar información es reconocida como una fuente de poder y de control social por lo que es indispensable conocer y regular las implicaciones que pueda tener el análisis detallado de la información genética y el manejo de los datos obtenidos.

Consideramos que se debe prohibir cualquier análisis para diagnostico genético ya sea para uso médico o para cualquier otro fin, sin el previo consentimiento del paciente objeto del estudio; así mismo deberá ser enterado ampliamente por parte de los profesionales de la medicina, de los alcances e implicaciones que esto conlleve.

Los gobiernos deberán decretar leyes encaminadas a prohibir tanto en el sector público como el sector privado, el uso de pruebas genéticas que puedan servir para influir en las decisiones de contratar, despedir o promover a individuos de la fuerza laboral.

La constitución genética del individuo, es parte de su propia intimidad, por lo tanto se deberá prohibir la divulgación de datos del análisis genético, en que pudieran verse perjudicados los intereses del ser humano.

Las compañías de seguros y las compañías de servicios médicos, no podrán disponer del diagnóstico genético para extender sus pólizas a los individuos, aceptando los límites éticos de la utilización de la información biológica y respetando la dignidad de la persona humana.

Todas las agrupaciones mundiales como la ONU y los Derechos Humanos deberán incluir en sus declaraciones la prohibición de toda forma de discriminación en los individuos a causa de su patrimonio genético.

Consideramos que el énfasis principal no debe ponerse en la prohibición o no prohibición de ciertos procedimientos sino en la promoción de la responsabilidad individual y colectiva. Pensamos que es necesario promover la reflexión y deliberación sobre estas cuestiones, a fin de aumentar el autocontrol moral, es decir la responsabilidad. Deben establecerse foros para el debate público, que fomenten la participación y la deliberación colectiva. El poder cada vez mayor de la Ciencia y la tecnología exige no solo una estricta reglamentación jurídica sino también el rearme moral de la sociedad y la promoción de una cultura de la responsabilidad.”

 

El conferencista abandonó el podium entre un sordo murmullo producto de los comentarios del auditorio, recogiendo sus notas y entrecruzándose con el ponente en turno que era el reconocido Antropólogo Ramón Almeida, quien de inmediato abordó el tema:

 “La investigación Biogenética ha conseguido tan importantes avances en los últimos años que ha logrado sobrepasar a otras disciplinas como la bioética y el derecho penal. La ignorancia de la sociedad sobre temas de la Ciencia Genética y la distorsión de los procedimientos científicos, han provocado una ola de desconcierto tanto en legos como en científicos tradicionales que toman una posición basada en prejuicios y en una fijación de intolerancia más que en un juicio razonado, y aunque se trata de personas de buen nivel cultural, asumen la tendencia a oponerse a los cambios, con una inercia que prefiere mantener las cosas sin modificación por ser un estado más cómodo y menos complicado.

Los beneficios que la Genética está otorgando, en sus diferentes caminos, son dignos de encomio, porque proporcionan una buena vida, a la que todo ser tiene derecho, con bienestar y sin enfermedades. Los exaltados y temerosos reaccionan con un sistema de prohibiciones disfrazadas de Ética y de ideas sustantivas de bien, aliándose con religiosos y filósofos morales para tratar de detener una revolución tecnológica que es una alternativa poderosa para que la humanidad pueda enfrentar eficazmente los dilemas del siglo XXI.

El objetivo de la Ciencia consiste en establecer el control de la raza humana sobre el universo, postulando el conocimiento como el único válido y la vía mediante la cual el hombre puede encontrar su plena realización, usando la experimentación como método de investigación que permite arrancar a la naturaleza sus secretos. Hoy estamos en la posibilidad de subir rápidamente muchos peldaños en la escalera evolutiva de la vida para provecho de la humanidad.

Estoy de acuerdo en que la Genética debe ser una Ciencia con conciencia que eleve el espíritu humano en lugar de hundirlo en la miseria; que deben existir regulaciones que impidan el enriquecimiento a costa de los demás, que impidan que el poder se imponga sobre otros para beneficio individual, que impidan la destrucción de ecosistemas consecuencia del desarrollo tecnológico, pero que esas normatividades éticas y jurídicas no sean opresivas, al grado de ahorcar el desarrollo e impedir el avance de la Ciencia para resguardar los temores de personas amuralladas en el pasado.

Tradicionalmente, la ciencia y la religión son dos cosas contradictorias, pero según la perspectiva de la Escuela Holista de la nueva Ciencia, aparecen como parte de la misma fuente: la naturaleza indagatoria del ser humano; una en la búsqueda del orden externo en nuestro mundo, y la otra en la búsqueda del orden interno en nuestra conciencia.

En la Biblia, el Libro Sagrado, escrito a través de la inspiración divina, aparece la realización de la clonación y la inmortalidad, aunque determinadas religiones pretendan ignorarlas; a no ser que se trate de metáforas clónicas o clonaciones simbólicas.

En el Génesis puede leerse la creación del hombre en el capítulo primero versículo número 26 y 27, cómo Dios realiza, sin mediar ninguna acción sexual, la primera clonación:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...”

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó...”

 También la mujer fue creada por clonación sin ninguna relación sexual, según el Génesis en el capítulo dos versículo 21 y siguientes:

“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.

Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer...

Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”. 

Aquí cabe una pregunta curiosa: ¿Cómo es posible que los artistas de cuadros sacros pinten a la primera pareja con sendos ombligos?

 

Otro ejemplo de clonación aparece en San Juan capítulo primero versículo 12 donde se explica que:

“...les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón sino de Dios.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”...

Así también la Inmaculada Concepción de la Virgen María, consignada en San Mateo capítulo primero versículo 18, fue un acto de clonación, pues no intervino para nada el contacto sexual con José ni con nadie; Jesús fue entonces clonado por el Espíritu Santo.

Cabría preguntarse: ¿Representa aquí el Espíritu Santo, lo que para los genetistas es el núcleo de la célula somática? ¿Y la Virgen María el óvulo enucleado y el útero? ¿No será esta trilogía una alusión a la Santísima Trinidad?

En ese instante un asistente de mi lado derecho, exclamó:

-¡Pero eso es una aberración! ¡Una verdadera abominación! ¡Ese tipo debe de estar loco!- lo dijo enfáticamente con todo el ceceo de que es capaz un nativo de España. También alcancé a escuchar un fuerte murmullo de más de una veintena de asistentes, mostrando su rotunda inconformidad con el conferencista.

Otra referencia a la clonación -continuó el ponente, que ni se dio por enterado- la encontramos en la oración del Credo en la parte que enuncia:

Creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable” refiriéndose a la resurrección de Cristo después de haber sido muerto en la cruz.

No está muy lejano el día en que los biogenetistas, puedan traer nuevamente a la vida a seres fallecidos, creando con esto una especie de inmortalidad, que encajará con lo que dice la Biblia en el Génesis, capítulo 11 versículo 6 y capítulo 3, versículo 22:

 “Y  ahora nada les será imposible, y que les impida hacer lo que imaginen”.

“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal.”

 

La Ciencia Genética ofrece a la humanidad un sinnúmero de beneficios y ventajas a grado tal que será capaz de transformar para bien, la evolución y el bienestar del hombre. El primer obstáculo que se le opone al científico y que es crucial para el desarrollo de la Ciencia Genética, es la manipulación de embriones humanos. De estos depende la fecundación asistida, la terapia génica, la fabricación de órganos, la investigación de enfermedades genéticas, el estudio del genoma completo, etc., y al restringirle al investigador el uso de células embrionarias es tanto como decirle al panadero: elabora pan, pero sin harina.

Se argumenta que el embrión es de exclusiva propiedad divina, que el embrión tiene derechos por ser potencialmente un ser humano, que es un homicidio congelar un embrión y después desecharlo, que se impide el derecho a la vida, etc.

Siguiendo ese criterio tendría que enjuiciarse al cirujano por el delito de asesinar millones de células, al extirpar un par de amígdalas, un trozo de estómago o un pedazo de colon, porque cada célula, incluidas las germinales, contienen en su núcleo los elementos de la vida y pueden producirla, por lo tanto son potencialmente seres humanos.

Se resisten a aceptar que los genetistas trabajan con pre-embriones de seis a ocho células madre o blastocitos, y que son congelados para uso apropiado y después destruidos a los cinco años, antes de entrar a la fase de embrión.

La clonación ayudará grandemente a aquellas parejas que anhelan procrear, cuando otros métodos de fertilización han fallado, como en el caso de infertilidad masculina o para evitar la transmisión de alguna patología genética conocida. Podrá implantarse y germinar en el útero de la persona o en su defecto en un útero sustituto, un embrión conservado en el laboratorio normal o clonado, en un acto puro de adopción embrionaria. El producto tendrá de sus padres todo el amor, respeto y protección.

Para las parejas infértiles cuya mejor opción no es la adopción, podrán tener hijos con las características de cuando menos de uno de los componentes de la pareja, ya sea por el deseo amoroso de tener un hijo o en el supuesto de que el otro padeciera de una grave enfermedad genética aún no resuelta por la ciencia.

Estarían ejerciendo el derecho a crear vida, a la identidad y a la libertad de reproducirse, en el entendido de que los clones humanos serán seres con el mismo valor que el resto de la gente, con sus mismos derechos y obligaciones. Las religiones tendrán que aceptarlos como hijos de Dios, aunque se ponga en entredicho muchas de sus concepciones actuales.

La clonación podrá ayudar a resolver problemas legales derivados de litigio en matrimonios divorciados que luchan por adjudicarse cada quien la patria potestad de un único hijo. Bastará con que un núcleo de una célula de ese niño sea clonada en el óvulo enucleado de su propia madre, para obtener un gemelo biológicamente idéntico y psicológicamente similar. El patrimonio genético de ese clon, será la de sus padres por partes iguales.

Sólo el que pierde a un ser querido, por accidente, por causa genética o por cualquier enfermedad, sabe el dolor y el vacío que deja su ausencia. Con el empleo de la tecnología de la clonación es posible ya, mediante el uso de órganos o tejidos vivos crio-conservados, reproducir el ser desaparecido y hasta mejorarlo por reparación -mediante terapia génica en el embrión-  del defecto genético, si es que esa fue la causa que ocasionó el deceso.

Más tarde, tal vez se puedan replicar por esta técnica, ya más avanzada, seres humanos y de animales con materia orgánica inerte, dependiendo del estado de conservación del ADN.

Por lo que se refiere a los clones de hijos fallecidos, estos guardarían su unicidad, identidad, personalidad y vínculos exactos de parentesco con sus progenitores.

El avance en la diferenciación de células embrionarias, está llevando cada vez más cerca a la obtención de órganos para transplante mediante la clonación. Este logro será de inestimable valor para la medicina porque permitirá salvar muchas vidas de los enfermos con sus propios órganos homólogos sin riesgo de rechazo inmunológico.

Salvo por lo impresionante de su obtención un tanto grotesco, por lo demás no tiene nada de inmoral ni reprobable puesto que no se vulnera ni la dignidad ni el respeto del ser humano.

Espero que nuestros jurisconsultos, religiosos y moralistas, no nos salgan ahora con Los Derechos del Órgano.

El empleo de la clonación en la investigación, permitirá conocer por qué las células nerviosas no se multiplican, y en cambio otras células especializadas  sufren un proceso de regresión a su estado embrionario, multiplicándose sin control dando por consecuencia los tumores malignos; permitirá estudiar también la interrelación entre los genes y el mecanismo de las enfermedades genéticas.

Sería muy conveniente para la humanidad, por medio de un consejo mundial, seleccionar para el proceso de clonación a los cerebros más extraordinarios que estén destacando en la ciencia, en las artes en la literatura, etc., para que ayuden a solucionar los problemas cada vez más complejos en beneficio de la raza humana.

Sería maravilloso que el mismo genio le marcara a su “hijo clon” o marcarse a “él mismo,” el camino a seguir para continuar con su propia obra cuando tuviera que abandonar la materia.

Por los grandes beneficios que confiere la Ciencia Genética y por conveniencia de la propia especie humana, no se debe detener, mediante disposiciones opresivas éticas o judiciales, el avance de esta avalancha de conocimientos y tecnología que cambiará, para bien, el curso evolutivo de la humanidad.

El ser humano tiene derecho a la vida con calidad, el reprimir la clonación, es atentar contra el derecho de seguir viviendo.”

 

Mientras el eminente jurista mexicano Dr. Ezequiel Márquez Rivero tomaba su turno en el estrado, las guapas edecanes recogían las preguntas escritas del  auditorio, para ordenarse y entregarse a los diferentes ponentes, antes de las conclusiones finales.

El penalista inició así su disertación:

 “El avance de la genética es incuestionable, el ser humano camina hacia el descubrimiento del surgimiento biológico de la vida. El tema es apasionante por dos razones: una, porque aumenta de forma inconmensurable nuestros conocimientos, las posibilidades de determinación de una cantidad de enfermedades y las posibles curaciones de las mismas; otra porque produce el surgimiento de una gran cantidad de cuestionamientos jurídicos, llenos de contenido ético, a los que el derecho no ha dado hasta el momento respuesta y mucho menos respuestas satisfactorias.

Esto es el gran tema jurídico de nuestra época, las dificultades se acrecientan considerablemente en la esfera jurídica penal. Es precisamente en esta área donde el respeto a los derechos de la persona, por el simple hecho de serlo, deben de ser más cuidadosamente tutelados, pero ocurre que en el orden jurídico penal juegan, operan una serie de principios que convierten a la peligrosa herramienta represiva en una regulación normativa al servicio de los seres humanos.

Si el precio del progreso científico va a ser la afectación de los derechos del individuo y de sus garantías, muy poco podremos avanzar, y si hasta retroceder. Pero esto no tiene necesariamente que ocurrir, no es indefectible, aunque mucho es de temer que, en este aspecto concreto, el derecho vaya tan rezagado, tan alejado de las realidades de este fin de siglo, que las regulaciones jurídicas pequen por exceso o por defecto. En otros términos: que los complejos normativos estén tan sorprendidos por el avance científico que no tengan respuestas válidas, al menos de momento, para tales situaciones.

No soy pesimista, pienso en una resolución favorable desde un doble punto de vista: desde el normativo jurídico y desde el estrictamente científico. Me gustan los adelantos de la ciencia y me preocupan las regulaciones de sus consecuencias, no para entorpecer el progreso científico, sino para encauzarlo al campo de una adecuada convivencia social que es, en definitiva, el fin de todo el derecho.

Es difícil captar en toda su profundidad, el impacto que la actual situación científica tendrá en el área jurídica, más en el derecho penal, si será bueno, malo o fácilmente superable, pero es evidente que el avance genético ya está aquí y tenemos que incorporarlo a nuestro bagaje cultural, jurídico y social, y que igualmente tenemos que aprender a manejarnos con él, con ese avance científico, y modificar, en consecuencia, muchas de las afirmaciones que anteriormente teníamos como definitivas, a la luz de ese prodigioso despliegue de la capacidad humana de investigación. La parte científica y tecnológica tiene, en términos generales, un carácter universal, pero las implicaciones culturales, jurídicas y sociales pueden variar mucho de un país a otro, dependiendo de sus culturas, tradiciones, normas legales, hábitos y costumbres.

Lo dicho anteriormente plantea uno de los resultados más dramáticos en este desfase entre la carrera científico-tecnológica y el paso lento del derecho para dar las respuestas adecuadas.

Literalmente se mueve el terreno que pisamos, y nos deja sin asideros lógicos para responder. Si la cuestión fuera meramente moral o religiosa, las soluciones serían relativamente sencillas pero, desgraciadamente entran en juego factores tan diversos que, por lo pronto hemos de abandonar las fáciles y cómodas posturas de buscar causas y efectos finales y adentrarnos en el terreno sumamente resbaladizo del vertiginoso cambio de nuestra época.

De los avances y descubrimientos que pueden afectar los derechos humanos, entre ellos la informática, robótica, microelectrónica, ingeniería genética, etc., esta última tal vez sea la más importante porque nos enfrentamos a situaciones nuevas, diferentes de aquellas con las que se enfrentaron nuestros antecesores, de tal manera que las soluciones construidas a través de tantos años resultan inadecuadas a las actuales circunstancias.

En el fin del siglo XX, la transformación mundial es extraordinaria. Por un lado asistimos al fenómeno de la globalización, a la llegada agresiva del neoliberalismo, al libre mercado como panacea para remediar todos los males y a la unipolaridad política de los Estados Unidos; por otro lado en el estricto campo científico, la aplicación industrializada de la biología molecular, con base en el conocimiento del código genético contenido en el ADN, supone una revolución impactante que incide en lo social, hasta el punto de que se habla de una revolución bioindustrial.

A medida que se adelanta en esta maravillosa aventura científica, como lo dice el investigador Velázquez Antonio, hemos de plantearnos y de intentar contestar colectiva y democráticamente: ¿Qué vamos a hacer con esta información? ¿A quién pertenece?, ¿Cómo la vamos a utilizar?. Existe un peligro real de que aparezcan nuevas formas de discriminación, fundamentadas en diferencias genéticas, en la vida laboral, en la actividad mercantil de los seguros, en el acceso a ciertos cargos y en general en la vida comunitaria.

Si superamos estos problemas, y tenemos obligación de hacerlo, habría que conseguir una expansión de tolerancia para obtener una sociedad, que admitiera tales situaciones, incorporándolas, con toda normalidad, ayuda y atención, al acervo de la vida colectiva. 

La polémica sobre implicaciones éticas, que habrán de tener su reflejo jurídico sobre los avances de la medicina y biología, apenas acaba de empezar. La batalla más dura sin duda, se va a librar en el ámbito de la intersección entre la genética y la clonación reproductiva.

La técnica sobre la selección de los embriones humanos más sanos, abre la puerta para algunos científicos a la eugenesia, que puede conducir a un racismo salvaje y a la violación de muchos de los derechos humanos, mientras que para otros se trata simplemente de mejorar la calidad de vida de la humanidad.” - posturas que ya han sido aquí tratadas por mis antecesores - dijo componiéndose los lentes con el índice izquierdo, y continuó:

 Indudablemente la solución no se encuentra en establecer límites al conocimiento, sino en consensuar su aplicación por medio de la creación de comités éticos de investigación, en los que los expertos deberán rechazar mayoritariamente que la ciencia ocupe intereses perversos. Las objeciones éticas para el manejo de las herramientas genéticas surgen del uso inadecuado de sujetos e instrumentos, no del objetivo.

¿Cuál es la respuesta del derecho ante estas cuestiones genéticas?, ¿Cuál es concretamente la respuesta del derecho penal a las mismas? ¿Cuál es la posible utilidad del avance de la investigación genética en el campo penal? En referente al ordenamiento punitivo habría que distinguir dos áreas: la de la tipificación de las conductas correspondiente al derecho penal sustantivo y la de la utilización procesal probatoria de dichos adelantos.

El derecho penal sustantivo al ejercer una función eminentemente garantizadora de los bienes jurídicos, no debe actuar sino cuando tal función sea imprescindible para la protección de los mismos. Cierto que las normas penales especiales, que las leyes especiales son fuentes del derecho penal sustantivo, pero estimamos que en materias delicadas – como la que nos ocupa – es preferible ir desbrozando el campo antes de recurrir a unas normas penales de carácter más general, que puedan tener entre otros, el defecto de la anticipación injustificada y, por consiguiente, frustrar el elemento de eficacia sociológica que tan necesario resulta en todas las regulaciones jurídicas.

Con buen criterio jurídico, en México existen muchas leyes especiales de carácter federal como la Ley General de Salud, que regulan e incluso establecen tipos penales relacionados con la Biomedicina. Este puede ser un buen camino, porque tratar desde el principio de recurrir al Código Penal sustantivo como instrumento adecuado para la solución de estas cuestiones constituye un absurdo jurídico.

Introducirnos en el amplio mundo de la criminalidad referente a gametos y embriones como bienes patrimoniales, al delito de creación de embriones y el aborto, a los delitos de daños en estas cuestiones, a la relación entre los delitos y la inseminación no consentida, a la afectación de la intimidad de la persona, etc., supone entrar en un terreno pantanoso e inestable, donde la indispensable claridad jurídica del penalista puede verse seriamente afectada por la novedad y la falta de seguridad en el manejo de los conceptos. Considero que es mejor esperar, para que a medida que tengamos mayores seguridades en su conocimiento, podamos asumir la posición de considerar al derecho penal como última opción.

Sin duda la posición es criticable, pero por lo menos es sincera.

En cuanto al derecho procesal penal, aquí si hay que reconocer la extraordinaria importancia que tienen las pruebas genéticas, ya que pueden acreditar la existencia de evidencias prácticamente irrefutables, sobre todo en una gran cantidad de delitos de los más frecuentes y de los más graves.

El juzgador para integrar su convicción tendrá que apreciar por si mismo las circunstancias de los hechos relativos al caso concreto que le ocupa, usando para tal efecto los medios probatorios que la ley le señala; sin embargo dada la variedad de formas en que se desenvuelve la actividad humana, no será posible para el juez apreciar aquellas que demandan poseer profundos conocimientos en determinadas ciencias, artes o industrias, para lo cual tendrá que recurrir a los peritos que provienen de laboratorios periciales, cada vez más sofisticados.

El análisis de ADN proporciona un margen de certeza muy considerable, haciendo una identificación que hasta el día de hoy no era posible conseguir; no había habido un adelanto parecido en el campo de las pruebas penales desde el descubrimiento de la dactiloscopia y la odontología forense, pero cabe decir que por su alto valor económico y estado de desarrollo científico y tecnológico, no se encuentra al alcance de muchos países.

Cada persona posee una estructura del ADN muy definida y diferente, son sus verdaderas marcas personales, sus legítimas señales de individualidad, sus huellas digitales genéticas, pues no existen dos cadenas iguales en el mundo, a nos ser el caso de gemelos idénticos.

Pero cuando se pretende registrar el patrimonio genético de toda la población dentro de un banco de datos, se incide ya en el respeto a los derechos humanos de la persona, ya que se penetra en lo más íntimo de la misma, terreno que debe estar vedado desde el punto de vista ético-jurídico, al manejo público por más sinceros que sean los fines que se pretendan.

Un banco de datos con estas características tendría utilidad siempre que se creara con autorización previa de la persona y con una regulación sobre quién accede al registro y en qué momento se pueden usar esas pruebas, porque una persona puede autorizar el uso de su huella genética para un caso concreto y no hacerlo para otro delito diferente.

La policía británica que ya implantó este sistema dice: ésta es la mejor garantía ofrecida para eliminar inocentes e impedir equivocaciones legales. Por otro lado personas de la talla del Catedrático Ángel Carracedo de la materia medicina legal de la Universidad de Santiago de Compostela dice: no tenemos por qué ser todos considerados como presuntos delincuentes, aunque sí estimó la utilidad de hacerlo para aquellos delincuentes con especial reincidencia en los delitos contra la libertad sexual.

La jurisprudencia española ha establecido que: cualquier prueba sobre el propio cuerpo no se puede obtener mediante violencia, es decir sin el consentimiento del afectado.

Así que quienes creemos en el respeto a la mismidad del ser humano, consideramos que es útil la utilización de estos medios probatorios, pero también queremos reservar un juicio definitivo, respecto de la validez probatoria de los mismos, a la consideración superior de aquellos a quienes la sociedad encarga de formular el correspondiente juicio de reproche social, es decir, a los juzgadores por el propio desempeño de su altísima función, se encuentran por encima de las pasiones de las partes del proceso penal. El nuevo Código Penal de España que entró en vigor en 1996, en el libro II, título V, artículos 159 a 162, trata del problema relativo a la manipulación genética.

En el artículo 159 señala:

Serán castigados con la pena de prisión de dos a seis años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio de siete a diez años los que, con finalidad distinta a la eliminación o disminución de taras o enfermedades graves, manipulen genes humanos de manera que se altere el genotipo.

Respecto a este artículo, el Comité de Bioética del que forma parte el Dr. Hugo Solia aquí presente, consideran poco afortunada la redacción de los delitos que el Código Español impropiamente denomina como relativos a la manipulación genética, el comité considera que es oportuno proponer la inclusión de un delito de “barrera”, con el objeto de prevenir el nacimiento de seres humanos manipulados sin propósitos terapéuticos o de prevención de enfermedades. Este nuevo delito podría bien sustituir al artículo en cuestión, que es el único que se refiere a conductas de manipulación genética. Una posible redacción  de este precepto legal podría decir:

Se prohíbe transferir al útero de una mujer un embrión que no provenga de espermatozoide y de un óvulo humanos o cuando éstos o aquél hayan sido intervenidos antes de su implantación con fines distintos a la prevención o tratamiento de enfermedades graves.

El artículo 160 indica:

La utilización de la ingeniería genética para producir armas biológicas o exterminadoras de la especie humana será castigada con la pena de prisión de tres a siete años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio por tiempo de siete a diez años.

El artículo 161 uno y dos, establecen:

Serán castigados con pena de prisión de uno a cinco años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio de seis a diez años quienes fecunden óvulos humanos con cualquier fin distinto a la procreación humana.

Con la misma pena se castigarán la creación de seres humanos idénticos por clonación u otros procedimientos dirigidos a la selección de la raza.

También aquí, el comité de bioética considera que debe reformarse este artículo con el propósito de lograr una mejor sintonía con el Convenio sobre Derechos Humanos y Biomedicina; debe modificarse la actual prohibición de crear embriones humanos con fines distintos a la reproducción humana y reconducirse a la producción de embriones humanos con fines de experimentación, que tiene un alcance prohibitivo más limitado y que deja abiertas al futuro las posibilidades de elaboración de tejidos y de líneas celulares con fines terapéuticos.

Además, la actual redacción del delito, presenta algunas lagunas, tales como la: “fecundación de óvulos humanos” en lugar de la “creación de embriones humanos”. Por otro lado, aunque la legislación española podría optar por una prohibición y sanción correlativa no penal, como así se ha propugnado en ocasiones, apelando al principio de mínima intervención del derecho penal, nuestro entorno geográfico y cultural se ha decantado mayoritariamente por la vía penal, incluso en algunos casos, con reacciones sancionadoras más duras que las adoptadas por el legislador español.

El 161 dos, debería limitarse en el momento actual, a incriminar la clonación humana reproductiva, en atención a los problemas de seguridad que hoy plantearía para la vida o la integridad de los posibles individuos clonados. Creemos que deben excluirse del artículo  lo referente a la selección de razas, porque existen otros instrumentos jurídico-penales adecuados para reprimirlos; por consiguiente la configuración de la conducta típica que se propone debe girar, en torno a la prohibición de crear por clonación “un ser humano idéntico a otro embrión o ser humano vivo o muerto”, entendiendo por identidad, en este caso, la referida al genoma nuclear.

El artículo 162 asienta:

Quien practicare reproducción asistida en una mujer, sin su consentimiento, será castigado con la pena de prisión de dos a seis años, e inhabilitación especial para empleo o cargo público profesión u oficio por tiempo de uno a cuatro años.

En las dos vertientes del problema, en cuanto al derecho sustantivo, nuestra posición sigue siendo la que hemos expuesto en líneas anteriores.

En cuanto al derecho penal procesal, creemos que la prueba de ADN no puede ser considerada sino en conexión con los demás exámenes practicados durante el transcurso del proceso penal.”

 

El académico Dr. Márquez Rivero, agradeció al auditorio, su paciente atención y con paso firme se situó en la mesa, al momento en que el Director de la Escuela Ideológica Dr. Uriel Casals, se dirigía al estrado a ocupar el último turno.

Con voz pausada y actitud serena tomó la palabra:

 “De nuevo las Iglesias y sus satélites representados por los sectores más recalcitrantes, incluyendo pseudo intelectuales y pseudo pensadores modernos, arremeten contra los más avanzados niveles de la investigación genética, biotecnológica y sus científicos de vanguardia, por razones que tocan la esencia misma del ser humano. Los investigadores se ven involucrados en una actividad que tiene que ver con la ampliación de las fronteras del conocimiento y por tanto, incurren irremediablemente en la violación de las verdades establecidas, violentando los fundamentos religiosos, en una situación parecida a la época medieval, cuando los hombres de pensamiento brillante estaban bajo el yugo de la Inquisición.

Las Iglesias desde siempre, se han opuesto a la ciencia y la han reprimido ferozmente, porque ésta va descubriendo, cada día más, la verdadera esencia de los fenómenos del Universo, la Naturaleza y el ser humano como especie y como individuo; y es que la ciencia va develando la mentira de las religiones y ello siempre ha significado un peligro porque ocasiona el desmoronamiento de las estructuras eclesiales y el fin de la prédica falaz de las mismas.

Durante toda la Edad Media, la Iglesia católica puso virtualmente fin a los estudios de la Anatomía, desaprobando la disección en cadáveres hasta por allá en el año de 1316.

La obra  De Revolutionibus Orbium Coelestium en 1543 de Nicolás Copérnico considerado fundador de la Astronomía moderna, donde impugnó la teoría geocéntrica de Tolomeo, por el heliocentrismo, fue condenada y prohibida por hereje. ¡No podía ser que la tierra girara alrededor del sol!

Miguel Servet humanista, médico fisiólogo, profundo investigador del cuerpo humano, ideó una reforma radical de la fe cristiana, De Trinitatis erroribus que fue incinerada; en 1546 publicó su Christianismi Restitulio por lo que fue condenado y quemado vivo en la hoguera por la “Santa Inquisición” por cuestionar los dogmas católicos en 1553.

Galileo Galilei, matemático, físico, astrónomo, pensador, fue denunciado por herético por apoyar el sistema de Copérnico, fue encerrado en las cárceles de la Inquisición obligado a abjurar bajo tortura y sus libros fueron prohibidos. De allí salió su famosa frase Eppur, si muove. (Y sin embargo se mueve.)

Giordano Bruno, filósofo, pensador, tuvo que abandonar la orden Dominica al ser acusado de herejía; defensor de la cosmología de Copérnico, fue acusado ante la Inquisición y quemado en la hoguera en el campo dei Fiori de Roma el 17 de febrero de 1600.

¿Y qué decir de las reacciones de la Iglesia cuando se introdujo la vacuna contra la pandemia de viruela en el siglo XVIII? ¿O cuando se descubrió la anestesia en el siglo XIX? En ambos casos la Iglesia se opuso rabiosamente a esos adelantos de alto beneficio para la humanidad, con el absurdo argumento de que era ir en contra de la voluntad de Dios, porque el sufrimiento, la desfiguración, la ceguera y la muerte que causaba la viruela eran castigo de Dios; lo mismo evitar el dolor de muchas enfermedades, de las cirugías y del parto por medio de la anestesia era contravenir el mandato divino: “parirás con dolor.” Siempre manipulando la imagen de Dios como el creador malvado, cruel y despiadado.

Ya en época contemporánea, la Iglesia, siguiendo con su trazo tradicional -que es lo más oprobioso que la humanidad ha padecido como lo es la dominación sobre el pensamiento- continúa oponiéndose y combatiendo los adelantos científicos que derraman bienestar y progreso para el mundo.

Esta vez se ha pronunciado a favor del SIDA, que es considerado como un castigo divino por contravenir las reglas de castidad, abstinencia y fidelidad conyugal que -según ellos- son la única manera segura y virtuosa de evitar el contagio.

Catorce años tardaron en aprobar  parcialmente el uso del humilde condón, con resultados devastadores sobre todo para el tercer mundo donde la población es mayoritariamente católica. Este adminículo fue atacado tenazmente: Fuente de promiscuidad lo llamó el Papa desde su silla pontificia, Instrumento del demonio lo tildó el casto Delegado Apostólico, Gerónimo Prigione; Es nocivo para la salud y destruye los valores familiares dijo algún miembro de un grupo ultra conservador de los que están fuertemente aliados con el clero en América como: Acción Católica Latina, Caballeros de Colón, Partido Acción Nacionalista, Legionarios de Cristo, etc. que los identifica el único afán de difundir la mojigatería.

La lucha de la Iglesia contra el uso de los anticonceptivos en forma voluntaria, también ha sido enconada, aunque el mundo esté rebosando de gente y se haya roto el equilibrio entre aumento de  la población y la producción de alimentos, ella se opone al empleo de pastillas, inyecciones, jaleas, dispositivos intrauterinos y cualquier método que permita una planeación más razonada de la familia, bajo la sentencia de: Tendrás todos los hijos que Dios te dé, ¡claro!, siempre y cuando no sea el clero quien los mantenga.

En 1978 cuando se dio a conocer al mundo el nacimiento de la niña Louise, por medio de la fertilización in vitro, la Iglesia y los éticos y moralistas de origen religioso, pusieron el grito en el cielo y anatematizaron el hecho científico de la reproducción asistida, tratando a toda costa de impedir a las mujeres católicas infértiles, la ilusión y el derecho de concebir un hijo, su propio hijo, por un novedoso método que permitió superar algunas limitaciones físicas, argumentando que era una amenaza al orden natural y contra la ley de Dios; justificándose en la dignidad de la persona y en que el embrión es un ser humano en potencia.

Esta postura, absolutamente subjetiva debe tomarse como un axioma, pues es imposible demostrar legalmente que un embrión merezca el mismo tratamiento ético que un niño o un adulto.

Afortunadamente la fertilización in vitro es ya una práctica normal y ampliamente extendida, que ha permitido a miles de parejas alcanzar sus más caros anhelos reproductivos.

Lo cierto es que las Iglesias siguen ejerciendo la represión al pensamiento y a las conductas humanas que no se someten a sus dogmas y criterios. Así, se sigue estigmatizando el sexo no bendecido por curas y ministros, se discrimina y reprime a los homosexuales y lesbianas que luchan por encontrar un sitio en la sociedad, y mandan las ideas científicas a la pira de la intolerancia.

La Iglesia católica ha divulgado recientemente una solemne mea culpa para pedir perdón al mundo, entre otras cosas, por las atrocidades cometidas por la “Santa Inquisición”, en un documento llamado: Memoria y reconciliación, la Iglesia y los errores del pasado. Se rehabilita la figura de Galileo a quien hicieron abjurar para salvar su vida, pero no a Giordano Bruno, del que el Papa sólo se lamenta de que se le haya mandado a la hoguera. No se le puede perdonar que por medio de sus reflexiones haya llegado a conclusiones intolerables para los dogmas de la época al decir que: el ser humano no puede pretender ser la única conciencia en el universo, y otras conclusiones igualmente válidas.

Pero el supuesto arrepentimiento Vaticano por los crímenes del pasado, no es más que un disfraz para encubrirse de los que hoy comete contra los derechos humanos en lo que se refiere a la libre expresión y determinación del individuo. Miles y miles de católicos viven atormentados bajo el peso de culpas y pecados tipificados arbitrariamente por clérigos que les hacen creer que han cometido y, que por lo tanto serán condenados al fuego eterno; se aprovechan del bajo nivel cultural de las personas para medrar sobre su ignorancia y su miseria.

Últimamente las Iglesias, especialmente el Vaticano, se han pronunciado contra la clonación humana y muchos gobiernos la han erigido en delito bajo pretextos moralistas de orden religioso, sin considerar que la clonación es lo más avanzado que la ciencia ha llegado a producir.

No quiero repetir las bondades que la ciencia genética y la biotecnología regalan a la humanidad porque ya han sido manifestadas en este foro, me basta con decir que hemos llegado al punto en que el humano se ha hecho conciencia de si mismo, al grado tal que de creado instintivamente, se ha convertido en creador consciente, en creador de si mismo pero con conocimiento de lo que crea.

Los detractores de la ciencia entre ellos los éticos y filósofos morales, despotrican en contra de la clonación, todos contaminados con las ideas religiosas, así, Munawar Anees quien es director de la publicación: Islámica Periódica, piensa que:

“La clonación choca con el paradigma coránico de la creación humana para el cual el cuerpo es un tesoro de Dios y que la clonación es un abuso de la confianza de Dios que sólo puede llevar a la catástrofe”

Rocco Buttigione quien es asesor de Juan Pablo II, argumenta que “La clonación choca con el concepto cristiano de la dignidad de la persona caracterizada por ser producto del amor, la responsabilidad y la familia.” Y así otros por el estilo como Hans Jonas y Ronald Dworkin.

Pero por más que se agiten dentro de su espacio ideológico conservador y reaccionario, los clérigos de todo orden y los pseudo pensadores que alegan en contra de la clonación sobre una supuesta ética o moral y amenacen con dictar una legislación represiva contra la ciencia Genética y sus diferentes ramas, nada podrán hacer contra el desarrollo del conocimiento y la ciencia, misma que se impondrá como lo ha hecho siempre contra sus detractores.

Me pregunto: ¿Con qué autoridad moral se atreven las Iglesias a criticar y descalificar los logros de la Genética y la Biotecnología?

Le doy toda la razón a mi coterráneo el insigne escritor José María Vargas Vila cuando dijo:

“Aquellos que hablan de moral son los más inmorales.”

Lo hacen precisamente para ocultar su inmoralidad. El cristianismo fue perseguido por la Iglesia junto con el buen Jesús, un hombre muy adelantado para su época, sufriendo mil vejaciones, pero en cuanto se hizo una institución de Estado, bajo la sombra del emperador Constantino, se inicia la revancha y arremete contra aquellos que los habían perseguido y contra todo aquel que pusiera en duda sus dogmas y doctrinas cristianas.

Al situarse la jerarquía cristiana en el poder, que antes venía atacando, se produce una contradicción con las condiciones materiales de su existencia, que eran condiciones de riqueza y poder en los espacios políticos del imperio, porque su discurso religioso era en favor de los pobres y en contra de los ricos.

Se produce una doble moral, que desde entonces ha venido imperando en las sociedades cristianas, porque mientras viven como ricos, se predica contra ellos, y a los pobres de les pide resignación y aguante.

La doble moral ha sido siempre el arma con la cual las religiones sostienen los intereses económicos, sociales, políticos, ideológicos y culturales de sus integrantes. En lo económico, las Iglesias son promotoras del consumo de ideología, valores y símbolos; esto se puede ver muy claro en las ofertas que hacen la Nueva Era, la Iglesia de la Cienciología o los tele predicadores que llevan consigo un impresionante arsenal de mercadotecnia con editoriales, revistas, canales de radio, venta de imágenes y programas de televisión por cable incluidos y por supuesto, no son un secreto las pingües ganancias de los negocios del Banco del Vaticano.

En la Inquisición se perseguía a supuestos herejes para quedarse con sus bienes; los jesuitas y no Maquiavelo, instauraron el principio de que “el fin justifica los medios” para incitar al magnicidio y al asesinato de quienes consideraban podían lesionar sus intereses económicos.

La conquista de América por parte de la mala madrastra España, se hizo bajo la consigna de imponer el cristianismo y con ello sacaron el oro y la plata del continente, y al mismo tiempo liquidaron a sangre, fuego y cruz nuestras culturas.

Esa es la doble moral del cristianismo.

Muchos otros ejemplos de inmoralidades podría citar, desde los adúlteros Papas Juan VII y Juan XIII, hasta el sodomizado Pablo II pero no terminaríamos nunca.

Una gran parte de la sociedad es cristiana en sus dos corrientes: católica y protestante (evangelistas, adventistas, metodistas, etc.) Ese hecho es un elemento muy importante en su expresión moralista, hipócrita y falaz en sus relaciones sociales y la prédica de sus dirigentes políticos y religiosos que forman una alianza para atacar a la ciencia que lucha por sacar el pensamiento hacia niveles más elevados.”

 Con estas duras palabras terminó su intervención el maestro Casals, dejando al auditorio sumido en un profundo silencio meditativo...sí había muchas cosas que meditar.

 

Hubo un espacio de tiempo mientras las edecanes recogían más preguntas entre el público asistente y ponían en manos del moderador para clasificarlas y entregarlas a cada uno de los ponentes.

El primero en contestar fue Monseñor Lucio Buvoni, esta vez ante el micrófono ubicado en la mesa  enfrente de su asiento, la pregunta decía:

¿No deberían ya las Iglesias actualizarse más de acuerdo a la época y dejar de obstaculizar un hecho científico, como la clonación humana, que de todas formas será irrefrenable?

El prelado con su sobrio traje negro y su imprescindible crucifijo, tomó unos segundos y disparó la contestación:

 “Frenar el proyecto de clonación humana es un compromiso moral que debe traducirse también en términos culturales, sociales y legislativos. El progreso de la investigación científica es muy diferente de la aparición del despotismo cientificista, que hoy parece ocupar el lugar de las antiguas ideologías. En un régimen democrático y pluralista, la primera garantía con respecto a la libertad de cada uno se realiza en el respeto incondicional de la dignidad del hombre, en todas las fases de su vida y más allá de las dotes intelectuales o físicas de las que goza o de las que está privado. En la clonación humana no se da la condición que es necesaria para una verdadera convivencia: tratar al hombre siempre y en todos los casos como fin y como valor, y nunca como un medio o simple objeto.”

Enseguida el religioso leyó una segunda pregunta:

¿No es demasiado radical la postura de la Iglesia en cuanto a rechazar la experimentación de la clonación no reproductiva con el fin de obtener órganos para trasplante?

El Prelado contestó:

 “El aceptar tal proyecto, implicaría de todas formas la experimentación de la clonación del embrión-feto, violentándose así los derechos del embrión, lo cual manifiesta un proceso instrumental y cruel respecto al ser humano. En todo caso, dicha experimentación es inmoral por la arbitraria concepción del cuerpo humano, considerado definitivamente como una máquina compuesta de piezas, reducido a simple instrumento de investigación. El cuerpo humano es elemento  integrante de la dignidad y de la identidad personal de cada uno, y no es lícito usar a la mujer para que proporcione óvulos con los cuales realizar experimentos para cualquier clase de clonación.” 

Claro que hubo muchas más preguntas dirigidas tanto a Monseñor, como a los demás miembros de la mesa redonda, pero ocuparía demasiado espacio tener que expresarlas todas, así que opté por reproducir únicamente dos preguntas de cada ponente.

 Al Dr. Hugo Solia, le fueron dirigidas las siguientes relacionadas con la Bioética:

“Me preocupa lo viable que es alterar el genoma humano introduciendo información genética de otras especies o entre las mismas especies. ¿Qué pasará si mediante mutación genética de microorganismos peligrosos, estos llegasen a liberarse accidental o deliberadamente? ¿Cómo debe responder la Bioética?”

 “El panorama es complejo -respondió el científico- y requiere de una urgente reflexión bioética que sirva como faro para la elaboración de normas que encaucen toda actividad hacia el objetivo supremo del bien común. Estas normas, por su parte, no pueden ser el producto de uno u otro grupo de presión, sino de una maduración profunda y sabia sobre el tema, que reconozca como antecedente el consenso de la comunidad debidamente informada sobre los postulados básicos que se intenta proteger.”

 La otra pregunta, que seguramente fue hecha por algún asistente ajeno a la clase científica, fue de este tenor:

¿Cuál es el papel del público con relación a la Bioética?

 “Es deber del científico -contestó el Dr. Solia- dar a conocer los resultados de su labor y divulgarla para someter a discusión sus implicaciones sociales. Particularmente esta tarea se desarrolla en el marco entre los aspectos de redituabilidad y el bienestar social y natural. La redituabilidad debe buscarse pero no sólo desde la perspectiva económica sino social; y más allá de lo social, para bienestar del ámbito natural, a favor de la vida. Todo ello entraña el derecho a la información y el papel de la divulgación por el científico con relación al público. La Bioética tiene que ver, entonces, con la toma de conciencia desde mi propio cuerpo, de mi inserción en el proceso social en el que estoy inmerso y en el planeta que formo parte como una forma de vida más.”

 Al Antropólogo Almeida se le hicieron éstas preguntas:

¿Qué puede impedir a un individuo con dinero, darse el capricho de clonarse?

 “Bueno -contestó el ponente- yo justifico la clonación desde el punto de vista médico en parejas infértiles y para genios, no en individuos fatuos, narcisistas ni malvivientes, que por vanidad o poder económico pudieran hacer uso de esta valiosa tecnología; para eso sí procederá una estricta regulación jurídica.”

La otra pregunta decía:

Si la clonación humana es tan admirable ¿Entonces por qué en las estadísticas de los Estados Unidos, el 80 % de los norteamericanos está en contra?

El Antropólogo contestó:

 “Esto se debe a la información distorsionada y al miedo que provocan los nuevos descubrimientos. Sin embargo el 71 % se encuentra de acuerdo con la continuación de la investigación y la técnica. La población de Estados Unidos acepta perfectamente bien la producción de medicamentos, transplantes y otros beneficios genéticos, esto dará pie, sin duda a la aceptación de la clonación humana con fines reproductivos.

 Al Dr. Márquez Rivero le fueron referidas estas preguntas:

Qué están haciendo los juristas para salvaguardar nuestro patrimonio genético de las patentes en los países desarrollados?

Buena pregunta - dijo el jurista.

“En Estados Unidos y en algunos países europeos, ya se está estudiando una legislación para emitir leyes que protejan la exclusividad patrimonial genética del ser humano. Frente a este riesgo los países de la Unión Europea, luchan en bloque, rechazando por ahora la patente de genes humanos; el mismo fin persigue el Comité Internacional de Bioética de la UNESCO al promover una declaración universal para proteger el genoma humano como patrimonio común de la humanidad, y evitar con ello los excesos manipuladores, que no tienen en cuenta la dificultad y la delicadeza de estas cuestiones que afectan a la mismidad del ser humano.”

La otra pregunta fue:

¿Por qué no fue válida la casi infalible prueba pericial de ADN en el sonado proceso de O.J. Simpson?-

- Bien - dijo el Dr. Márquez.

“El aparato científico se erige en auxiliar de inestimable eficacia en el procedimiento penal, pero en este caso, dos genetistas enfrentaron  sus opiniones y las cosas quedaron de tal manera que no fue posible convencer al jurado más allá de una duda razonable de la culpabilidad del ex jugador de fútbol americano. La defensa mantuvo la tesis de que las muestras de sangre, que se recogieron en la escena del crimen, eran insuficientes y resultaron deterioradas por el manejo policial; así que lo que se imputó no fue la prueba del ADN sino la manipulación de las muestras.”

 Al Dr. Casals le dirigieron estas preguntas:

¿A qué se debe el hecho de que muchos científicos asumen una postura en contra de la clonación reproductiva, e insisten en sus creencias religiosas?-

El conferencista contestó:

“Se debe a que pretenden contradictoriamente con su actividad científica, más que ampliar el conocimiento, reforzar los argumentos de la fe, misma que incide negativamente en el desarrollo de la mente, aletargándola y haciéndola ceder ante las presiones moralistas religiosas, en contra de los descubrimientos científicos.”

La otra pregunta rezaba así:

Si las religiones son tan indeseables que reprimen el pensamiento libre y se oponen a los adelantos científicos, entonces ¿Por qué inmensas multitudes abrazan la fe?

“Porque bajo el peso de la necesidad, cualquiera que esta sea, el individuo tanto ayer como hoy, acude a cuanta secta, movimiento o religión se le ofrezca para “liberarlo” de la angustia. Se acoge a cualquiera de ellas y se hunde más en los espacios insondables de la sumisión y la entrega de su propio ser creyendo realizarse como tal. Entrega su vida a cambio de una falaz promesa bajo una supuesta protección y consuelo en su vida, se aferra a que su ilusión es una realidad y en esta forma, su existencialidad se agota irremediablemente en manos de los vivales que viven de la ignorancia y la miseria intelectual de las inmensas mayorías: que son los clérigos de todas las religiones del mundo.”

 

Así finalizó lo que parecía una interminable ola de preguntas y respuestas, se dio un pequeño receso para después continuar con las conclusiones finales.

Nuevamente se hizo el silencio, cuando el moderador dijo:

 “Entramos en la última etapa de esta Mesa Redonda. Hemos escuchado las diferentes disertaciones de los más calificados eruditos en la materia y sólo resta escuchar las consideraciones finales  de sus ponencias.

En ese momento y con reloj en mano el moderador cedió la palabra a Monseñor Lucio Buvoni quien tomó el micrófono y se dispuso a leer  la conclusión de su trabajo:

 “La difusión de técnicas de intervención genética sobre los procesos de la procreación humana, plantea graves problemas relativos al debido respeto del ser humano desde su misma concepción y a la dignidad de la persona, de su sexualidad y de la transmisión de la vida.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, cumpliendo su tarea de promover y tutelar la enseñanza de la Iglesia en tan grave materia, dirige una calurosa llamada a todos aquellos que por la función que desempeñan y por su actividad, pueden ejercer una influencia positiva para que en la familia y en la sociedad, se respete debidamente la vida y el amor. A los responsables de la formación de conciencias y de la opinión pública, a los hombres de ciencia y a los profesionales de la medicina, a los juristas y a los políticos, la Iglesia desea que todos comprendan la incompatibilidad que existe entre el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y el desprecio de la vida y del amor, entre la fe en Dios vivo y la pretensión de querer decidir arbitrariamente el origen y el destino del ser humano.

Dirijo una confiada y alentadora invitación a los teólogos y sobre todo a los moralistas, para que profundicen y hagan más accesible a los fieles las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, a la luz de una concepción antropológicamente correcta de la procreación y del matrimonio y en el contexto del necesario enfoque interdisciplinar, para que de este modo se comprendan cada vez mejor las razones y el valor de estas enseñanzas; defendiendo al hombre contra los excesos de su mismo poder, la Iglesia de Dios le recuerda los títulos de su verdadera nobleza.

A la luz de la verdad sobre el don de la vida humana y de los principios morales consiguientes, se invita a cada uno a comportarse, en el ámbito de su propia responsabilidad, como el buen cristiano y a reconocer en el más pequeño de los hijos de los hombres al propio prójimo. Resuenan aquí de nuevo y particular las palabras de Cristo: “Cuanto dejasteis de hacer con uno de éstos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo.”

 Enseguida el moderador invitó al académico de la Universidad de Madrid Dr. Hugo Solia a concluir sobre su  tema científico:

 “La Bioética es en la actualidad una disciplina universal, su temática, su metodología y sus fines son objeto de estudio, investigación y enseñanza en diversos ámbitos académicos y profesionales.

En la práctica institucional, los comités de Bioética son una realidad con clara conciencia de su razón de ser y de su cometido; los principios bioéticos y los postulados que de ellos se derivan vienen obteniendo una categórica recepción legal y jurisprudencial.

Vivimos en un mundo multicultural, en el que se discuten difíciles cuestiones como la Genética y la Biotecnología, que incumben a todos los seres humanos, por ello aceptamos el legítimo pluralismo de opciones éticas y de diversidad de proyectos de vida. Debemos hacer énfasis en la promoción de la responsabilidad individual y colectiva pensando que es aún más necesario promover la reflexión y deliberación sobre temas genéticos, a fin de aumentar el autocontrol moral, es decir la responsabilidad.

La Bioética es, por definición, una disciplina racional. Consideramos que para estas cuestiones científicas, deben establecerse foros para el debate público de estos problemas, que fomenten la participación y la deliberación colectiva; respetándose siempre y democráticamente, las opiniones propias de las diversas cosmovisiones que coexisten en nuestro mundo actual, así como también las discrepancias que de ellas resultan.

Los científicos, los profesionales, las universidades, deben hacer una difusión madura, científicamente informada de los acontecimientos genéticos, ya que hay vínculos de información y de divulgación que pueden ser utilizados por la comunidad de científicos y otros profesionales. Esta divulgación deberá estar desprovista de superstición o pseudo ciencia, es decir, no nada más el tono maduro, efectivamente constatable.”

 En terminando su intervención, el científico pasó gentilmente el micrófono al Doctor en Antropología Ramón Almeida, quien concluyó así su exposición:

“El verdadero problema que plantea el progreso científico tecnológico, no consiste en los medios ni en los métodos, ya que están resueltos en gran medida, sino sobre todo en la determinación de los fines del uso de estos métodos. Estoy muy de acuerdo en que se tienen que definir los límites éticos y jurídicos de la utilización de la información y manipulación genética, y generar definiciones claras de responsabilidades acerca de las posibles consecuencias de su abuso; siempre y cuando estas definiciones sean tomadas con una mente abierta con amplia visión del futuro, sin temores ni conservadurismos, sin falsos prejuicios éticos que obstaculicen y ahoguen el desarrollo de una ciencia Genética y Biotecnológica que finalmente habrá de arribar a una evolución más avanzada de la especie humana.

Es necesario tomar conciencia de que estamos ante la presencia de nuevas herramientas con las que es posible generar nuevos espacios y nuevas y maravillosas situaciones de las que nunca antes dispuso el hombre. La ciencia y la tecnología siempre presentan disyuntivas en su utilización, por eso hay que educar sobre el potencial que ofrece el uso adecuado de las tecnologías genéticas y biológicas, generando también los elementos que nos permitan a través de un balance y de un compromiso adecuado, contender como individuos libres y como sociedad entera, con muchas de las posibles situaciones complejas que seguramente surgirán como consecuencia de la investigación genética, ya que sus límites están en la imaginación del hombre.”

 La intervención del jurista Dr. Márquez Rivero fue muy breve y concisa y expresó:

“Como hemos visto en el transcurso de este pequeño trabajo, las respuestas tanto científicas como legales son distintas, lo que en buena parte puede explicarse en función de los distintos basamentos culturales de los diversos países.

El dilema es en estos instantes, difícil, ya que el avance de la Genética es incontenible y rapidísimo, mientras que las respuestas del derecho suelen ser lentas y en medida considerable, inadecuadas.

Esperemos que la lucidez prive y que las regulaciones sean adecuadas a las circunstancias crónicas y tópicas.”

 Finalmente tomó la palabra el Director de la Escuela Ideológica, quien cerró la jornada con estas palabras:

“Creo que el futuro de la ciencia Genética -en todas sus modalidades- y de la humanidad en si, es un futuro radiante porque cada vez más la razón científica se va imponiendo. De dominada hasta ahora, poco a poco va tomando su lugar para mejoramiento material y cultural de la sociedad, a la que transformará  haciendo de ella un producto del pensamiento el más avanzado que la especie humana ha conocido en cada momento de su existir histórico.

El conocimiento libre es la fuente de todo poder humano, es la única forma de liberar al hombre del yugo religioso, porque desde el  momento que el creyente asume una actitud de sumisión, una posición de dependencia, pierde su seguridad y, su voluntad se ve limitada para efectuar un trabajo intelectual sincero, que le redundará a la postre en una amarga frustración.

Las religiones no tienen derecho a encadenar ni a oprimir el pensamiento que nace libre, ni tienen ningún derecho a dictar leyes, ni su opinión debe imponerse sobre cosas que corresponden exclusivamente al Estado, ni dictar sus leyes morales porque ellas mismas son inmorales.

Los adelantos en materia genética incluida la clonación, solamente pueden ser comprendidos, asimilados y apoyados por los científicos que se han liberado de la opresión del pensamiento, y por quienes nos hemos sacudido las creencias imperantes; dicho de otra manera: los avances genéticos y biotecnológicos sólo pueden ser aquilatados desde una perspectiva atea, es decir, libre de todo prejuicio o dogma que pretenda dominar el pensamiento del ser humano.”

De esta manera dio fin la polémica intervención de los participantes de la Mesa Redonda, dejando para cada uno de los asistentes la oportunidad de reflexionar y escoger la postura más adecuada a su manera de pensar y libre albedrío.

 

Salí del auditorio “Príncipe Felipe” con la intención de analizar detenidamente más tarde, el contenido de mis múltiples cassettes y me dirigí a reunirme, en el gran comedor, con el Dr. Epstein quien ya departía alegremente con otros colegas.

Por la tarde en el hotel, sugerí al Dr. Epstein realizar un rápido recorrido por la ciudad, invitación que declinó prefiriendo descansar para asistir a la ceremonia de Clausura y Cena de Gala.

De la administración del hotel, me trasladaron a la Plaza España, donde por mil pesetas (6.01 eurodólares, 6.83 dólares) pude hacer un recorrido y tomar fotografías desde un autobús de dos pisos con techo descubierto. Pude admirar los Jardines del Descubrimiento donde está el Monumento a Cristóbal Colón y otras gigantescas esculturas, el Templo de Debod, regalado por Egipto y traído a España piedra por piedra; El Palacio Real, El Teatro Real, El Arco de Triunfo la Puerta de Alcalá, El Museo del Prado donde rápidamente pude disfrutar las bellas pinturas de: Goya, El Greco, Murillo, Tiziano y Velázquez; por cierto que de éste último no pude resistir la tentación de comprar una copia (1.0 x 1.12 m aprox.) del óleo Las Lanzas o la Rendición de Breda para regalársela a mi esposa, porque estaba convencida de que el caballero, al que se le va a entregar la llave en la obra, era indudablemente mi antepasado por el parecido. Admiré también la Plaza de Toros Las Ventas con una espléndida fachada neomudejar de gran elegancia, El Rasto mercado típico de cinco siglos de establecido donde se vende de todo, allí compré algunas chucherías para Quiqui; visité algunas plazas y monumentos más y luego regresé al hotel apenas con tiempo suficiente para asistir a la Ceremonia y Cena de Clausura que sería en el salón de convenciones del elegante hotel Meliá Galgos en el Barrio de Salamanca.

La ceremonia fue lucida e interesante. Se encomió el esfuerzo organizativo de los encargados del evento, se agradeció la participación de todos los ponentes nacionales y extranjeros y se conminó para que no se cejara en alcanzar los más altos ideales científicos.

Dentro del programa se realizó la entrega de premios, uno, al mejor investigador en Genética Humana otorgado por Inmunogenetics Laboratories, que recayó en el científico Dr. Joseph Dickey del Departamento de Genética Molecular y Bioquímica de la Universidad de Pittsburg USA, y el otro, otorgado por Applied Biological Systems, al mejor trabajo publicado sobre Genética Humana que se entregó al investigador Davor Sutter del Instituto Max Plank de Alemania, recibiendo los dos, bonitas sumas en dinero como estímulo a su dedicación y esfuerzo. También se entregaron premios a los mejores pósters alusivos a la Citogenética Molecular.

La cena fue de lo más exquisita y elegante, con excelentes vinos y licores y con una magnífica variedad típica Asturiana que arrancó grandes aplausos de la concurrencia. Tras convivir y brindar con la comunidad científica durante un buen tiempo, nos retiramos a nuestras habitaciones para dar lugar al descanso que nuestros cuerpos ya estaban reclamando.

Al día siguiente nos transportó al aeropuerto otra amable comitiva quien nos obsequió algunos regalos de recuerdo y nos despidió hasta que abordamos a las 11:50 horas, el Airbus vuelo número 6275 de Líneas Iberia. Después de una larga espera en el aeropuerto de Chicago, arribamos al aeropuerto de Tucson a las 8:38 P.M. donde ya nos esperaban nuestras respectivas familias.

El primero que fue corriendo a recibirme fue mi espigado diablito que me dijo con una amplia sonrisa:

- ¿Qué me trajiste socio?-