Capítulo11

El NiÑo Clonado

 

 

Fui invitado por la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de mi ciudad de origen, a sustentar una conferencia sobre “Diagnóstico Prenatal: Nuevos métodos de análisis génico incluyendo chips de ADN.”

En mi plática -en el salón de convenciones de elegante hotel- hablé sobre las nuevas técnicas que se estaban desarrollando para aumentar el acervo de pruebas de laboratorio que vendrían a sumarse a la ya numerosa lista del catálogo genético; también el futuro de la terapia génica y la selección de genes. Naturalmente se desató la consabida polémica.

Posteriormente en charla de convivencia en el salón comedor del propio hotel, un grupo de gineco-obstetras, me hicieron saber la necesidad que tenían de contar con un laboratorio especializado para tratar problemas relacionados con esterilidad y reproducción asistida, partiendo de la premisa de que cualquier ginecólogo entrenado puede realizar algunas fases de la biología de la reproducción, pero hay pocas personas preparadas para manejar correctamente el funcionamiento de un laboratorio de gametos, que es a fin de cuentas, la parte medular del éxito; por eso veían en mi la persona idónea para cubrir este requisito y que además contaría con el apoyo de la sociedad médica en general. Me pareció interesante la idea y les prometí pensarlo, después de evaluar todas las posibilidades.

Al día siguiente, un sábado, fui invitado por el Colegio de Químicos, a formar parte de su Asociación Civil la que tenía como fin elevar el conocimiento científico, resolver los problemas relacionados con la profesión y velar por la observación de los valores éticos. Acepté gustosamente y al cabo de algún tiempo, llegué a ser  honrosamente su Presidente.

Empecé a sopesar concienzudamente los pros y los contras para llevar a cabo el nuevo proyecto y estudiar si era factible.

Por un lado tenía la ventaja de que ya contaba con gran parte del equipo para un laboratorio general que estaba guardado sin ningún provecho económico; los nuevos implementos los podría conseguir a crédito; los conocimientos los tenía, sólo era cuestión de practicar un poco en el departamento de fecundación in vitro en mi propio hospital. El mercado potencial era a nivel regional incluyendo una buena porción del sur de Arizona.

Por otro lado estaba mi proyecto de conseguir un doctorado lo cual requeriría de gran parte de mi tiempo, aunque podría programarme para atender determinadas tardes y fines de semana mi nueva empresa; también estaba de por medio la relativa lejanía, y la necesidad de contar con un socio responsable con experiencia profesional que aportara a la sociedad equipo automatizado y que estuviera a cargo el tiempo reglamentario. Valía la pena intentarlo.

 Los laboratorios de reproducción asistida y terapia génica estaban contiguos, allí brillaban mis compañeros de trabajo Raúl Cháides y Renato Deschamps entre otros, quienes de inmediato me pusieron al tanto en cuanto a última tecnología y me dejaron adquirir de nuevo mis habilidades atenuadas por la falta de práctica.

En Nogales, me asocié legalmente con un Químico Biólogo colegiado quien tenía varios años laborando en el Departamento de Salud, serio, hábil y responsable de nombre Jesús del Valle; con él tuve una magnífica relación de trabajo y una sólida amistad.

Nos instalamos en nuestro flamante y moderno laboratorio en una prestigiada clínica de la ciudad, previa una exitosa inauguración de gala en la que estuvo presente toda la sociedad científica e invitados especiales entre ellos el Dr. Epstein, algunos compañeros de mi hospital y autoridades de la entidad.

Recuerdo mi primer caso. Se trató de una inseminación artificial homóloga, es decir con semen del varón componente de la pareja.

La inseminación artificial es un procedimiento utilizado en programas de reproducción asistida que se utiliza como primera alternativa para el manejo de hombres con bajo volumen de esperma, o baja cuenta espermática, o escasa movilidad de los espermatozoides.

La espermatobioscopía anterior de nuestro paciente demostraba oligozoospermia es decir cantidad baja de espermatozoides móviles y además  una apreciable cantidad de espermatozoides muertos (necrozoospermia).

El hombre es responsable de un importante porcentaje de infertilidad, muchos no lo aceptan y culpan a la mujer -etiquetándola a veces- con adjetivos ofensivos ocasionando a menudo la desvinculación del matrimonio.

Cuando la pareja se presentó al laboratorio, después de saludarlos jovialmente para infundirles confianza, invité al varón (que obligadamente tenía tres días de abstinencia sexual) a que pasara a un cubículo a depositar el semen por masturbación, en un recipiente estéril de unos cincuenta centímetros cúbicos de capacidad, entonces le ordené con una sonrisa maliciosa:

- ¡Llénelo!-

- ¿Tooodo Químico? -preguntó el paciente azorado.

- Bueno...lo que sea su voluntad– le contesté sonriendo.

Al cabo de unos minutos, abrió la puerta y sacando medio cuerpo dijo cohibidamente con la frente perlada de sudor:

- Nnno puedo Químico-

- Bien, que le ayude su esposa-  

Todo sea por la ciencia, pensé.

Una vez obtenida la muestra la deposité en una estufa incubadora adaptada para mantener condiciones de calor, humedad y medio ambiente de oxígeno y CO2, a 37 grados C durante treinta minutos para dar tiempo a las enzimas del líquido prostático a efectuar su acción licuante en el eyaculado mucoide; pasado ese tiempo procedí a efectuar la depuración o Capacitación Espermática, que consiste en una serie de procedimientos de lavado y centrifugación, flotación (“swim-up”) y filtrado con gradientes de percoll,  para mejorar e incrementar el potencial de fertilidad de los espermatozoides.

En esta maniobra empleamos numerosas técnicas de lavado en el semen, con soluciones especiales de diferentes densidades que eliminan del esperma: restos celulares, bacterias, leucocitos, espermatozoides muertos y lentos, secreciones seminales, etc. y a la vez se selecciona y concentra -mediante centrifugación-, la población de espermatozoides más fértiles en un volumen aproximado de medio mililitro, dependiendo de la cantidad eyaculada.

Todo el procedimiento se llevó unas dos horas y media y es allí cuando empezó la labor del ginecólogo.

Para estas alturas ya la paciente en sus días fértiles y tratada previamente con medicamentos que inducen ovulación múltiple, estaba instalada en una mesa de exploraciones en posición ginecológica, con el cervix o cuello de la matriz expuesto mediante espejo vaginal estéril.

El gineco-obstetra absorbió el semen preparado, mediante una jeringa especial conectada a un catéter  o tubo delgado semirígido, y lo introdujo a través del orificio del cervix hasta la cavidad uterina donde depositó el fluido fecundante.

Por este método se obtiene entre un 20 y 25 % de probabilidades de embarazo por cada intento. Si no se tiene buen resultado, se recomienda insistir durante cinco ciclos consecutivos; de no haber éxito, entonces procede la siguiente etapa que es la fecundación in vitro.

Para nosotros bastaron dos ciclos y la pareja engendró un precioso bebé, que puso fin a un cúmulo de temores, angustias y frustraciones provocadas por la negra sombra de la esterilidad.

El semen con capacitación espermática, también se emplea en la técnica  llamada transferencia intratubaria de gametos  o GIFT sus siglas en idioma inglés, y es una técnica invasiva que requiere de la captura directa de óvulos presentes en los folículos ováricos.

Esta captura de ovocitos se hace a través de manipulaciones ginecológicas, previa estimulación de los ovarios con hormonas gonadotrofinas, para asegurar la obtención de un número óptimo de óvulos maduros. Una de ellas es por medio de catéter intratubario por vía transuterina  con monitoreo de equipo de ultrasonido.

Los óvulos capturados se envían al laboratorio para identificar la madurez y la calidad, se seleccionan tres (para cada trompa de Falopio) de los mejores y se mezclan con 100,000 espermatozoides capacitados ya sean del esposo con problema de infertilidad, de un donador o de un banco de esperma y se introducen a las trompas por técnica de minilaparotomía, laparoscopía o histeroscopía. Las posibilidades de éxito fluctúan entre 25 y 30 %.

 

Me encontraba concentrado manipulando mi nuevo y flamante biorreactor, cuando una de mis eficientes ayudantes me avisó que el Dr. Deschamps me procuraba por el teléfono interno.

- ¿Qué onda?- le dije coloquialmente. 

- Vente ya, pues vamos a ensayar una novedosa técnica- me contestó.

Más rápido que el rayo me situé en el laboratorio de reproducción asistida y me dispuse a absorber toda la nueva tecnología experimental.

El objeto de la prueba era con el fin de tratar de resolver el problema de algunos hombres con causas serias de infertilidad conocidas como: azoospermia, necrozoospermia, alteraciones en la producción de espermatozoides, transporte, etc.

El procedimiento consistía y consiste en obtener del paciente infértil, una porción de testículo por vía del escroto y enseguida macerar el tejido en un pequeño mortero con solución isotónica, a la manera bacteriológica. Buscar y extraer del líquido los muy escasos espermatozoides viables, seleccionarlos y luego microinyectarlos en los respectivos óvulos de su pareja (mediante manipulación con un súper microscopio monitorizado) para luego continuar con la fase de incubación y desarrollo de pre embriones y la posterior implantación en el útero.

Cuando mis compañeros terminaron de introducir el último espermatozoide exclamé pausada y ceremoniosamente:

¡Esto es sencillamente fabuloso! - Cuando esta técnica se depure, será para nosotros los científicos lo que para los religiosos equivale a un milagro y será una esperanza para aquellos que anhelan ver realizadas sus aspiraciones de procreación. Todos guardamos silencio, respetando el momento solemne.

Y fue en ese momento cuando prendió en mi cerebro la idea de aplicar a mi propio caso esta prometedora técnica de gestación. Lo consultaría detenidamente con mi esposa, aunque temía mucho provocar falsas esperanzas.

 

Timbró mi teléfono celular, era el ginecólogo Eurístides Priego de Nogales quien me llamaba:

- Bueno -

- Hola Maestro, habla el Dr. Priego- dijo con voz grave.

-Hola Euris, qué gusto saludarte, ¿qué se te ofrece? -contesté.

- Tenemos un buen caso para una fecundación in vitro - expresó. “Se trata de una paciente con serios problemas cardio-vasculares, por lo que está contraindicado un estado de embarazo, -continuó diciendo- pero es tanto el deseo y la angustia de la pareja por tener un hijo propio, que la madre de la paciente ha accedido a aportar su útero para completar la gestación. Por lo pronto ya las tengo sincronizadas hormonalmente y el sábado podemos hacer los primeros procedimientos. ¿Qué te parece?

- Magnífico- le contesté. Allí estaré a temprana hora.

Me quedé un poco pensativo pues no es habitual que la madre se preste para un evento de esa naturaleza, es más común recurrir a un útero prestado o alquilado sin que exista una relación familiar.

El sábado conocí a los tres integrantes que se unirían para lograr  el propósito largamente anhelado, eran personas sanas de cuerpo y mente, de amplio criterio, de buena posición económica, aunque nacidas dentro del área de influencia de la religión oficial.

El ginecólogo capturaba  buena cantidad de óvulos directamente de los ovarios por punción transvaginal dirigida con control ultra sonográfico, mientras yo efectuaba en el semen la capacitación espermática.

Cuando tuve en mis manos los ovocitos extraídos, identifiqué y seleccioné los maduros y los preparé colocándolos en caja de petri para ser inseminados dos horas después con el esperma previamente capacitado.

Veinticuatro horas más tarde monitoreaba la presencia de fertilización; esta había sido satisfactoria, más de la mitad de los óvulos habían sido fecundados. Ahora deberían desarrollar en incubación y en sus cultivos especiales, de 48 a 72 horas hasta alcanzar la fase pre-embrionaria, mientras tanto mi técnica calificada vigilaría celosamente  los indicadores automáticos de temperatura, humedad y concentración de gases en el ambiente del aparato incubador.

El martes siguiente cumplido el plazo de incubamiento, con los pre-embriones desarrollados en seis células, me dispuse a cargar de tres a cuatro de ellos en un catéter especial para la transferencia  de los mismos hacia el interior del útero de la madre de la paciente  en período fértil, a través del cervix.

Al encontrarme con la pareja y algunos familiares, los noté deprimidos y nerviosos, actitud que no correspondía frente a una situación tan esperanzadora como la fecundación asistida. De inmediato supe la razón.

Los días posteriores al procedimiento de fertilización in vitro, y debido a la indiscreción de algún pariente, la familia comenzó a ser atacada en su residencia y automóviles, por grupos de fanáticos religiosos, que causaron destrozos de consideración en sus propiedades; amenazas por vía telefónica y por papeles acompañados de sus respectivas piedras; intrusión de reporteros en pos de la noticia morbosa, etc.

Algunas notas escritas -las más decentes- decían: “Malditos de Dios” “Se quemarán en el infierno” “Hijos de Satanás” “Engendros del demonio” “Dios castiga” etc.

Apesadumbrado, nada más moví la cabeza y pensé: Intolerancia por ignorancia en pleno siglo XXI.

 Los pre-embriones sobrantes los sometí a congelación o crio-conservación con el objeto de guardarlos como reserva en caso de un resultado negativo en el primer intento; así tendríamos oportunidad de insistir nuevamente en varios ciclos más. El procedimiento de crio-conservación tiene como fin disminuir las funciones vitales de una célula para poderla mantener en un estado de vida latente durante mucho tiempo. Las células de cualquier variedad, ya sean células de la piel, óvulos, pre-embriones o espermatozoides,  se mezclan con substancias que llamamos crioprotectoras especiales, según el tipo de célula que se trate.

Las células en sus envases adecuados, se introducen en una cámara de congelamiento completamente computarizada, la cual está conectada a un tanque de nitrógeno líquido y allí se empieza a bajar la temperatura poco a poco por centésimas de grado por minuto por introducción a la cámara, de vapores de nitrógeno, que son registradas por sensores de una exactitud asombrosa. Cuando las muestras alcanzan entre menos 40 y menos 80 grados C., estas se sacan y se almacenan en nitrógeno líquido a menos 196 grados C. o más en tanques especiales. Los especimenes pueden almacenarse durante muchos años, pero a los pre-embriones en algunos países sólo se les permite cinco años de congelación y después deben de ser destruidos. Yo me regía de acuerdo a los lineamientos internacionales, dentro del marco ético legal, según los reglamentos y normas de la Ley General de Salud.

Una vez terminada mi labor y tras una breve visita a la paciente a la cual se le habían transferido los pre-embriones, me dispuse a abandonar la clínica y retirarme a descansar un rato a casa de mi madre.

Al salir a la banqueta, había una veintena de fanáticos en forma pacífica los cuales portaban mantas y pancartas reprobando el tan noble fin científico de la reproducción asistida; algunos carteles decían: “Médicos usurpadores del poder de Dios” “Asesinos de embriones” “Arrepiéntanse pecadores” “Ateos” “Castigo divino para los herejes” etc.

Tal vez el destino como para compensar tantos sobresaltos, llenó de dicha aquella familia, -cuyo único pecado fue el anhelar el legítimo derecho a materializar su amor- brindándoles un sano varoncito, que fue la alegría de aquel hogar.

 

- A ti te andaba buscando- me dijo el Dr. Deschamps entrando a la biblioteca.

- ¿Qué pasa?- pregunté intrigado.

- Ven, vamos a mi laboratorio-

- ¿Para qué?- increpé de nuevo.

- ¡Ooo! tu no preguntes, sólo vamos- ordenó.

Cuando llegamos, ya estaba un numeroso grupo formado por los de terapia génica, reproducción asistida y el Dr. Epstein.

Deschamps se dirigió a un refrigerador y sacó una gran botella de champaña y procedió de inmediato a descorcharla provocando el clásico “POP” mientras yo lo observaba con una sonrisa congelada; escanció el líquido burbujeante en los vasos de plástico de cada uno de los asistentes y alzando a la vez el suyo, invito al brindis diciendo:

- Por nuestro experimento exitoso, ¡SALUD!-

- ¡SALUD! -coreamos todos-

- Somos de los pocos en el mundo que lo hemos logrado- afirmó enseñando el reporte de la prueba de embarazo positiva de la mujer que estaba gestando su óvulo fertilizado por microinyección.

Todos aplaudimos entusiastamente, nos pusimos de inmediato a comentar el suceso y nuestro jefe científico dijo algunas palabra estimulantes.

Los asistentes se fueron disgregado para incorporarse nuevamente a sus labores y sólo quedamos Deschamps y yo.

Visiblemente emocionado le dije:

- Oye Renato, lo he estado pensando y me gustaría probar este método conmigo mismo. Tu ya conoces mi caso, tal vez exista algo de tejido testicular viable como una remota posibilidad-

- Por mi no hay ningún inconveniente, -expresó Deschamps- me gustaría mucho ayudarte, pero debes estar conciente de que las radiaciones que recibiste pueden haber acabado con el total de las células germinativas. Y  continuó, haciendo primero una pausa:

-Ya que estás tan dispuesto, tomaremos varias biopsias del tipo “punch” de tu testículo con tubo de amplio calibre y se las enviaremos al histo-patólogo para que sea él en definitiva quien nos diga si hay posibilidades o no.-

- Me parece bien- dije sin objeción alguna. ¿Cuándo empezamos?-

- Déjame ver -murmuró Renato consultando una agenda- el lunes ¿qué te parece?

- El lunes está bien- contesté.

 

- No me gusta que te arriesgues y que después suframos una nueva decepción -dijo Eva mi esposa mientras me servía una porción de su sabroso guisado.

- No es ningún riesgo, la maniobra es relativamente sencilla y podría ser muy afortunado si se llegaran a encontrar algunos espermas cautivos; tómalo como una colaboración científica -dije en un tono de convencimiento.

- ¿Y yo que tendría que hacer?- cuestionó Eva.

- Aportar unos óvulos maduros para llevar a cabo la fertilización in vitro por microinyección y después transferir los preembriones a tu matriz para terminar la gestación- contesté.

- Y...¿duele mucho?-

- No más que un cólico menstrual, además existe la anestesia por bloqueo- argumenté- 

- Bien, ojalá y esto funcione- dijo Evangelina dejando escapar un suspiro.

El día señalado, nos dirigimos el Dr. Deschamps y yo a un quirófano predeterminado donde ya nos esperaban los ayudantes y me sometí a la rutina acostumbrada para esta clase de intervenciones. Las biopsias fueron tomadas de diferentes partes profundas de mi único testículo por vía del escroto y enviadas asépticamente al laboratorio de histopatología con nuestro amigo el Dr. Rosenberg, que dicho sea de paso, era una eminencia en la materia.

Tras esperar un par de días, mientras mi nerviosismo iba en aumento sin poderlo evitar, fuimos llamados Renato y yo por el Dr. Rosenberg a su laboratorio.

- ¡Pasen..pasen!- dijo el calvo patólogo sentado frente a su flamante microscopio.

- ¿Qué noticias nos tienes mi estimado Rosen? - preguntó Deschamps coloquialmente.

- Pues verán -contestó, estrechando nuestras manos- hice multitud de micro cortes de las diferentes muestras y escogí las más representativas.

Mientras esto decía, seleccionó de un porta laminillas la primera de ellas y la montó sobre la platina del microscopio escogiendo para examinarla la lente del objetivo seco débil, obteniendo con ello una imagen panorámica del corte de tejido teñido que inmediatamente se proyectó en la pantalla del monitor con un color rosado, característico de la tinción con hematoxilina y eosina.

Acomodándose sus lentes bifocales, el patólogo se dispuso a iniciar su explicación:

- Se trata de una atrofia testicular.- “Observen la marcada pérdida de células germinales con alto remanente de color en las células de Sertoli -dijo señalando las celdillas con un afilado lápiz- también una fibrosis peritubular e intersticial.”

Mientras el Dr. acomodaba la segunda laminilla, yo hice un esfuerzo por recordar las células de Sertoli, estudiadas en mi clase de histología allá en los primeros años de mi carrera; sí...esas células nutrientes forman parte del epitelio de un tubo seminífero, pensé satisfecho.

Esta vez el Dr. Rosenberg enfocó la tinción con la lente de un objetivo de inmersión de aceite para un gran acercamiento:

- Aquí pueden observar que hay un engrosamiento de la membrana basal y ausencia de espermatogénesis- dijo el Dr. haciéndome ver cada vez más sombrío el panorama.

En la tercera laminilla el patólogo señaló:

- Hacia la parte derecha se pueden ver algunas glándulas normales, pero sólo se observan espermatogonias y espermatocitos en estado primario; la parte izquierda es idéntica a la imagen anterior-

¡Vaya! dije para mi, siquiera quedó algo útil, aunque me sirva para maldita la cosa.

El Dr. describió más laminillas señalando más atrofias hasta en los vasos capilares, etc., sólo para ratificar su diagnóstico de atrofia testicular producida por tratamiento radioactivo sin descartar etiología por agentes quimioterápicos.

Le dimos las gracias al Dr. Rosenberg por su valiosa intervención y nos retiramos a nuestros respectivos laboratorios no sin antes escuchar de Renato el consabido “lo siento flaco”.

Por el camino, un tanto deprimido pensé: ¡Bueno, aquí se acaba mi última esperanza!...ya no hay nada más que hacer al respecto.

 En el mes de diciembre, me entrevisté con el Dr. Epstein y le expresé mi interés en iniciar el doctorado en el 2003 y que fuera él quien se encargara de dirigir mi postgrado, cuando menos los dos primeros años; aceptó gustoso ya que sentía por mi un cariño -me atrevo a decir- casi paternal. Y ¿quién mejor que él?...formaba parte de la planta de investigadores súper calificados de la Universidad, reconocido ampliamente en toda la Unión Americana y en el mundo entero; en su impresionante currículo figuraban 71 direcciones de tesis doctorales, otras tantas de maestrías, más de cien publicaciones internacionales y premios de diversas instituciones científicas. Definitivamente era la mejor elección.

En enero presenté ante el Departamento de Estudios Avanzados de la Universidad de Arizona los certificados que acreditaban mis cursos relacionados con la investigación doctoral que me proponía abordar, mis documentos de licenciatura y maestría y la aceptación de mi director de tesis.

Una vez con la anuencia del AUASD me dediqué, durante el año, a la investigación y elaboración de mi propuesta de tesis doctoral sobre oncogenes, bajo la supervisión del Dr. Epstein.

Fui cambiado al Departamento de Investigación, relevado de mi trabajo rutinario, donde podía dedicar tiempo completo a mi cometido y con libertad para buscar información directa por ejemplo en el “Tucson Oncologic Center” (TOC), en el “Centre of Molecular Oncology” (CMO) en Phoenix, o fuera del Estado como en el Departamento de Oncología del “Massachusetts General Hospital” de Boston o el “Oncologic Center de la Universidad de Duke” en Detroit, o el “Henderson Cancer Institute” en Houston, Texas, e incluso en el “National Cancer Institute”, etc.

Entre investigaciones, viajes, conferencias y trabajo fui consumiendo los días a la vez que iba dando forma a mi propuesta, ordenando minuciosamente y estudiando oncogenes MSH2 y C, RAS, y antioncogenes o supresores P53, RB, etc. así como técnicas avanzadas de diagnóstico molecular en cánceres de alta incidencia como el cérvico-uterino, cáncer de mama, cáncer colon-rectal, leucemias y otros, para la evaluación y presentación del primer examen predoctoral al final de año.

 En casa todo marchaba bien, nuestra situación económica había mejorado notablemente, socializábamos con otras parejas amigas y asistíamos a algunos eventos culturales sobre todo en la temporada de ópera a la que éramos muy asiduos. Quiqui seguía creciendo y avanzando en la escuela, pero se había  convertido en un martirio auditivo -sobre todo para su madre- pues se le había ocurrido formar su propio grupo de “rap” y “rock pesado” y ensayaban su estruendosa música en el garaje de la casa.

El examen predoctoral fue más bien un repaso profundo para reforzar los conocimientos genéticos sobre los genes involucrados en enfermedades oncogénicas y los lineamientos para abordar la siguiente fase que era medularmente la investigación doctoral pura.

En el segundo año me decidí por investigar una nueva técnica para detectar ADN en células anormales producidas por tumores y pólipos cancerosos en el colon y recto, aislando estas células de la materia fecal.

El propósito era desarrollar una tecnología que fuera relativamente sencilla, fácil, sensible, específica y que sustituyera -con un simple examen seriado de unos 25 gramos de heces- la incomodidad de la sigmoidoscopía y la colonoscopía; esa maniobra en donde un horrible tubo con luz se le introduce al paciente por el recto hasta hacerlo sudar frío y que después de eso ¡ya nada es igual!...(bueno esto último es una exageración mía:-)

La mortalidad por cáncer en el mundo era muy elevada, tan solo en Estados Unidos morían anualmente más de 550,000 personas, y de esas un buen porcentaje eran debidas al cáncer colon-rectal o colorectal; de allí surgió la necesidad de contar con una efectiva prueba para detectar este mal -ya que tempranamente acusa una sobrevivencia del 95 por ciento-, y tener así enormes posibilidades de salvar vidas...esto es lo que yo me había propuesto.

La incidencia de este tipo de cáncer varía notablemente en función de la edad, por eso formamos el primer grupo piloto integrado por conjuntos de pacientes de 49 a 55, de 56 a 64 y de 65 a 80 años, más un grupo testigo de personas certificadamente sanas.

La tecnología que empleamos fue la múltiple detección de genes mutantes, utilizando el examen génico de alta frecuencia de 28 puntos dirigidos especialmente a los genes K-ras, APC y P53 y el pre-gene BAT-26, a la que bautizamos como: Análisis para la Detección de ADN en Genes Mutantes (ADAGM) y en el idioma Inglés DNA-ODA (“DNA-Oncogenes Detection Analyses”)

Todas las muestras fecales fueron sometidas al examen de sangre oculta “Bood Occult Test”(BOT), que aunque es una prueba química más sensible que específica, es presuntivamente indicativa de algún problema en el tracto digestivo como úlceras y cáncer, cuando se maneja bien al paciente para eliminar otros factores que dan como resultado falsas positivas.

Muchas muestras fecales fueron suministradas congeladas a menos 80 grados C, por diversos centros oncológicos, de pacientes diagnosticados plenamente con neoplasias colorectales o adenomas y pólipos hiperplásticos, por los métodos invasivos conocidos.

Todas las muestras, unas mil quinientas, se ensayaron por nuestro método DNA-ODA, demostrando de inmediato una superioridad específica del 96 %  contra 91 % del método BOT, pues se logró detectar más del 30% de cánceres colorectales y más del 10% de adenomas pre malignos comparados con el examen de sangre oculta.

Al finalizar el segundo año, el Dr. Epstein me recomendó que la tercera etapa de mi doctorado, la efectuara en el Instituto de Oncología Molecular de la Universidad de Cambridge en Gran Bretaña, para lo cual se puso en contacto a través del Departamento de Estudios Avanzados, con su homólogo y amigo el Dr. Davor Krueger ex investigador distinguido del Instituto Max Plank de Alemania.

Con beca completa, me trasladé con mi familia a Cambridge, donde después de instalados, me vi de inmediato trabajando en el Laboratorio de Investigación, profundizando en los mecanismos moleculares implicados en oncogenes, no únicamente colorectales sino de otras localizaciones como: cánceres hepáticos, pulmonares, pancreáticos, prostáticos, testiculares, etc., bajo la supervisión del Dr. Aarón Blumberg, Premio Nobel de Medicina.

Este estudio me capacitó para perfeccionar nuestra técnica DNA-ODA y para contemplar nuevas perspectivas de futuras pruebas diagnósticas más efectivas en diversos tipos de neoplasias.

Revaluamos pruebas como el Ploidia fase S., BRAC1, BRAC2 que son unos importantes indicadores en el pronóstico de cáncer de mama; la prueba oncogén HER-2/neu también para cáncer de mama que se realiza en sangre o en tejido, para investigar qué predisposición tiene una persona genéticamente a padecer este tipo de cáncer.

La prueba del Gene Supresor Tumoral P53, el más importante de los genes supresores, tanto en el inicio como en la progresión del cáncer humano; se ha encontrado en una gran variedad de tumores como el de mama, vejiga, próstata, pulmón, hígado y colon, ya que es el gene más frecuentemente mutado. Se acumula en el núcleo de las células malignas, siendo detectable por inmunohistoquímica, y claro también por nuestro método.

Fui designado -entre otros- por el Instituto, para participar en la XLI Reunión Anual de la Sociedad Británica de Oncología Clínica a exponer los resultados preliminares que habíamos obtenido con nuestra técnica DNA-ODA, de la cual había sido publicado un sumario en la revista “Journal of Clinical Oncology” en Estados Unidos, con el nombre de: Papel de los Oncogenes y su Relación con la Epidemiología Molecular en el Cáncer Colorectal.

Bien provisto de gráficas, tablas, transparencias, estadísticas y datos, subí al estrado para decirles cifras y futuro promisorio de una prueba de detección de oncogenes, que tenía importantes ventajas sobre otros métodos, algunos poco específicos y otros incómodos tradicionales; de razonable alto grado de confiabilidad, con garantizada certeza de que las muestras estudiadas representaban por entero toda la superficie luminal del colon y recto; simple y de fácil accesibilidad por ser una técnica no invasiva y de bajo costo.

Tras contestar algunas preguntas y aclarar algunas dudas, recibí palabras estimulantes de los Directivos de la Sociedad y el deseo manifiesto por una exitosa terminación de la etapa experimental, para así tener a disposición un arsenal médico de aplicación masiva y rutinaria a la población mundial para la detección temprana del cáncer colorectal.

Desde luego se desató la acostumbrada polémica referente al diagnóstico precoz sobre la conveniencia o no, de realizar chequeos de rutina en busca de oncogenes sobre todo en cánceres de mama y  próstata.

Alguien dijo a propósito de pruebas que existen en el mercado para averiguar si se posee o no el gene del cáncer de mama hereditario: “que provocarán gran confusión en pacientes que no estén bajo la supervisión profesional de algún especialista.”

Un oncólogo londinense manifestó:

“No tiene ningún sentido hurgar en el genoma humano para buscar el gene del cáncer de mama hereditario, sobre todo en mujeres en las que familiarmente no se encuentran historias clínicas de cáncer de mama diagnosticados a edades tempranas. No hay razón suficiente para llevar a cabo análisis genéticos si los resultados no pueden ser adecuadamente interpretados y si éstos no pueden influenciar en decisiones terapéuticas.”

Se criticó la práctica del masaje prostático y el análisis sanguíneo PSA (Prostatic Specific Antigen) que se realiza sobre todo en varones de 50 años en adelante, arguyendo que no hay evidencia suficiente que apoye la ayuda global de salvar vidas, aunque hubo fuerte oposición de varios especialistas. Algunos médicos familiares expresaron que mientras no haya más datos y mejor chequeo, es más aconsejable el tratar de convencer a los pacientes para que cambien sus hábitos de vida, para disminuir el riesgo canceroso, que ponerse los guantes para palpar la próstata o sangrar al paciente.

En lo que sí estuvimos todos de acuerdo fue en que no se deben realizar análisis genéticos en busca de genes que indiquen un riesgo de padecer cáncer, sin informar completamente al paciente y que se garantice plenamente la confidencialidad permanente de los resultados de las pruebas. De no ser así la persona podría ser discriminada por compañías de seguros o incluso en su propio centro de trabajo, como ya teníamos conocimiento..

Se habló también sobre quimioprevención, o sea de si se puede o no prevenir la aparición de ciertos cánceres con la ayuda de fármacos y además de nuevos avances terapéuticos anticancerígenos, pero eso forma parte de la farmacología oncológica.

Abrí un segundo estudio piloto de la investigación DNA-ODA con mayor casuística, es decir con mayor numero de casos, obteniendo mejores resultados debido al perfeccionamiento de la técnica para detección de oncogenes, mismos que fueron guardados en el banco de datos para su posterior utilización.

Sin apenas sentirlo, se cumplió el período convenido, y me vi despidiéndome de nuevos y valiosos amigos que me desearon sinceramente los mejores éxitos en ésta y futuras investigaciones.

La evaluación de mi estancia en Cambridge, fue enviada al Departamento de Estudios Avanzados, a través de la Oficina de Transferencia de Resultados, con una nota de excelente, cosa que me llenó de satisfacción.

El día viernes 6 de enero del 2006, fue la fecha que se escogió para la presentación de mi examen doctoral o más bien para la defensa de mi tesis doctoral.

Con gran solemnidad se reunieron los seis miembros del Consejo Doctoral Examinador, en el sobrio salón exclusivo para eventos de gran relevancia formado por el Dr. Epstein, Dr. Joseph Solter de la Universidad de Pitsburg, Dr. Stephen Vita del “Massachusetts General Hospital de Boston”, Dr. George Bridgewater de la Universidad Sur de California, Dr. Walter V. Wetzel de la Universidad de Arizona y Dr. Thomas Peters del “Medical and Molecular Genetics Centre” de New York.

Aquí en este momento -pensé- está concentrada toda la Ciencia Genética del Universo y curiosamente no me sentía nervioso.

Sería infame de mi parte someter al lector de los pormenores de este examen, solo baste decir que defendí con éxito todos los puntos por donde pensaron los examinadores que pudiera haber fallas y por fin culminé la meta que había anhelado, obteniendo el Doctorado en Genética Molecular y una no imaginada Mención Honorífica.